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Channel: Dr. Bomur – El Mendo
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Entrevista a los Chapanay City: genios del humor gráfico

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Tuve la suerte de entrevistar a uno de los creadores de Chapanay City, el más farandulero de los dos, la cara casi visible del proyecto. Acá van las respuestas, tan elocuentes y divertidas como todo el proyecto popular de estos capos del Este Menduco.

¿Cómo fueron los comienzos?

Es curioso hablar sobre los comienzos de Chapanay, podría decirte que fue creada por error, igual que yo. Cursaba el 3er año de la secundaria y era el típico boludo que le gustaba hacer reír a los demás, contaba con un grupo de amigos que me festejaba cada chiste, cada boludez que hacía. También me encantaba dibujar, soñaba con ser un nuevo Chanti, pasaba horas haciendo historietas de los profesores y personajes del pueblo en horas de clase. Así que un día decidí combinar mis ganas de hacer reír con mi amor al dibujo, y así nació “Chapanay City la historieta” una fanpage de viñetas donde mostraba las vivencias y humoradas de la gente que vivía ahí. El destino quiso posteriormente a que el humor mutara a otro tipo de humor gráfico, algo más fresco y ligado a las costumbres menducas en general. Sin embargo la clave del crecimiento de Chapanay city fue sin duda alguna cuando llegó el segundo Chapa, en aquél entonces estaba solo y contábamos con 10.000 seguidores solamente, el humor ya estaba algo trillado y demasiado rebuscado, pero era mi hobbie, la verdad poco me importaba crecer. Pero un día, casi por casualidad se sumo al pasquín uno de mis amigos y el cambio fue notable, él manipulaba otro tipo de contenido y yo mío, la combinación fue perfecta.

¿Podrían definir un antes y un después en la vida del proyecto?

Si, antes éramos incogibles y no nos conocía nadie. Ahora solo somos incogibles.

¿Por qué tienden a ocultar su identidad?

Porque si mostramos nuestras caras se pierde la esencia que tiene el personaje de Don Chapa y Don Chapi, y también porque somos dos orcos del señor de los anillos…

¿Han garchado gracias al Chapa?

¿Qué es garchar?

¿Cambió su vida en Chapanay desde que se hicieron famosos?

Para la gente de Chapanay seguimos siendo los mismos de siempre, al fin y al cabo solo somos un personaje y nada más. Jamás nos tiraron mala onda, al contrario, nos apoyan muchísimo en todo lo que hacemos. Detrás de este circo somos dos pibes más de barrio como cualquiera que vive lejos de la ciudad, seguimos con los amigos de siempre, aun seguimos viajando en micro, jugamos al fútbol en canchas de tierra donde la jarilla mas chiquita mide 2 metros, etc. Nada cambió acá, y nos encanta ser así.

¿Cuáles son sus proyectos a futuro?

YouTube es una plataforma que nos gusta mucho, mas de una vez hemos marcado nuestro objetivo ahí. El problema está en que en esa red social hay que ganarse a un tipo de público que es totalmente diferente al de facebook, Instagram y Twitter. Pero bueno, si triunfó el pelotudo de Yao Cabrera ¿por qué nosotros no?.

¿Qué le dirían a Macri si lo tuviesen frente a frente? ¿Y a Cristina?

Si los tuviéramos de frente lo más probable es que le pediríamos que se saquen una selfie con nosotros, al fin y al cabo ¿quién no querría una foto con Chatran y la malvada Maléfica?

Si tuviesen que elegir sólo un meme o video de Chapanay que muestre todo lo que son… ¿cuál sería?

El de “Higuaín, malo culiao por eso te goshea la Tamara” es una dosis de nuestra personalidad. Me voy a cagar muriendo y me voy a seguir riendo adentro del cajón de ese vídeo de mierda.

¿Dónde les gustaría que desemboque finalmente el proyecto?

En que nos den bola y nos pongan un Rapipago en el pueblo, estamos hasta las pelotas de viajar en micro para pagar la luz en Palmira…

¿Qué es lo mejor y lo peor del mendocino?

El mendocino es un hijo de puta amable, sociable y un tanto complicado. La perfecta combinación de lo bueno y lo malo nos hace auténticos. Nuestra forma de hablar es única, e inimitable. Crotos, arrastrados con un corazón enorme y terrible olor a pata.

¿Quién es el amigo y el enemigo del Chapanay?

¿Amigos? todos los que nos tiren buena onda. Menducos, Porteños, Sanjuaninos, Puntanos, Hippies, Extraterrestres, Testigos de Jehová, lo que sea. Y enemigos ¡¡¡ustedes los del Mendo culiao!!! si no fuera que me vas a dar free para chupar vino en tu fiesta ni estaría dándote esta entrevista de mierda. Mentira puto, los amo.

¿Está pasando de moda reírse de los Lasherinos y los Sanjuaninos… neeeño?

La verdad si, se pone un poco pesado uno haciendo lo mismo. Pero en el caso de los chistes de los sanjuaninos siempre resultan, es como la vieja confiable, nunca fallan. Pones “Neeeeeeño” y todos en los comentarios aplaudiendo como focas con esquizofrenia, por eso somos unos culiados los mendocinos…

¿Qué hacen para mejorar la calidad del proyecto?

Muchos piensan que nos drogamos para hacer nuestro contenido, te juro que nunca lo hemos hecho ni lo volveríamos a hacer…

¿Tienen pensado sumar más gente?

La verdad no, pero necesitamos a alguien que nos ayude a controlar un poco el grupo que tenemos en facebook. Hay un cultivo de hijos de puta ahí adentro, que si lo llegamos a agregar a Mark Zuckerberg se corta pito y se lo tira a los chanchos…

¿Quién es el mendocino más icónico y famoso?

El pampero Coria papá, hacia 3 goles por cada litro de vino ese cristiano, un crack..

¿Cuál es el sueño de ustedes?

Nuestro sueño es tener el copete bien peinado…

¿En qué plataformas los podemos encontrar?

Facebook, Instagram, Twitter, YouTube y MDZ on line. Ah re que le quería serruchar el piso al Mendo…

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10 motivos por los que tenes que ir esta noche a la fiesta del Mendo

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Antaño las fiestas del Mendo le rendían honor a la farándula Menduca, la cual nos acompañó en nuestros primeros años, luego se emponderó a los que hacíamos el pasquín, y la fiesta pasó a girar en torno al staff. Este año decidimos rendirle honores a la verdadera estrella mendocina: el vino. Así que acá van 10 motivos por los que no podes faltar esta noche:

1- No se suspende por mal tiempo.

2- Con tu entrada vas a poder probar todos estos exquisitos vinos que nos acompañan, las veces que quieras:

3- La entrada al cóctel incluye bandejeo de pinchos, empanadas y pizzetas, para que acompañes cada copa o vaso de vino.

4- El precio de la entrada es similar a los que cobraban en 1998… $150 pe (anticipada, que aún la podes adquirir | ver al final) con todo incluido, ¿hay mejor precio que este en Mendoza para tomar vino a morir, comer cosas ricas y encima después quedarte a bailar?

5- Va a estar TODO el staff de nuestro querido pasquín, ahí bailando para vos y generándote cosas como siempre.

6- Queda en Ciudad de Dios, ahí cerquita del la ciudad de Mendoza, un lugar muy hermoso (por lo que yo veo) de fácil acceso y un estacionamiento que también es muy hermoso (por lo que yo veo)

7- Vamos a bailar sabroso, porque nos encanta sabroso.

8- Te vas a poder encontrar EN VIVO con ese comentarista opinólogo con el que siempre te peleas o tenes onda.

9- Arrancamos a las 22:30, pero si no queres ir al cóctel, te podes mandar al baile que arranca tipo 1.

10- Podes comprar la entrada por taquilla ALLÁ a $200, peeeeeero hasta las 20:30 podes comprar la entrada por EVENTBRITE (a $150), pagarla con tarjeta en 12 cuotas (de $14 aproximadamente) y hasta sacarla para pagar cash por RapiPago o PagoFácil.

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¡El Mendo en la Feria del libro 2018!

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Estábamos en la redacción del Mendo, ubicada en nuestro tecnológico y espejado edificio de San Martín y Peatonal, debatiendo con todo el staff sobre una investigación muy profunda que trata sobre la desaparición de los hombres altos en Mendoza, cuando de pronto sonó nuestro teléfono rojo… el especial.

En la redacción tenemos más de 60 líneas telefónicas, que arden día a día de distintas partes del mundo para contarnos noticias bizarras, cuentos de terror, relatos eróticos y la más amplia gama de historias posibles, las cuales son volcadas día a día en nuestra web. Pero… el “teléfono rojo”, el especial, tiene conexión directa con una logia de tintes masónicos e illuminatis denominada “la Logia Humor”. Cuando ese teléfono suena, es que hay problemas serios.

Un silencio gélido irrumpió en la sala, los chicos del staff tragaron saliva, las chicas comenzaron a frotarse las manos… nunca era bueno que suene el teléfono rojo. Con la mirada, Conep me indicó que atendiera, tosí un poco y una voz nasal y femenina me impidió emitir palabra. Una aureola líquida que surgía de la entrepierna de Don Rata vaticinaba que tampoco estaba en condiciones de atender. Varios miraron hacia abajo. Entonces Patricia Solari se puso de pié y atendió temblando el teléfono.

– Ho… ho… ¿hola? – dijo la morocha con los ojos abiertos como platos.

– Estemmm… ¿Los jefes? – preguntó clavándonos la mirada a nosotros tres mientras le hacíamos señas negativas y decíamos cosas con la boca y Don Rata parece que se hacía caca – eeee… no… Conep ha viajado a Marruecos, Bomur está en una expedición a unos túneles embrujados en Los Andes y Don Rata está cerrando un acuerdo con La Nación en Baires – mintió a la perfección Solari, conociendo nuestra agenda ordinaria.

– Si… yo me encargo de contarles, ¿Qué pasó? – volvió a preguntar Patricia.

– ¿EN SERIOOOOO? – dijo sonriente y el rostro se le iluminó radiante, mientras todos soltábamos el aire.

– Pero… perooo…. ¡¿NO ES JODA?! – volvió a repetir mientras una lágrima le corría por la mejilla.

– ¡PERO CLARO QUE SI!, la vamos a romper – dijo mientras apuntaba una fecha en su libretita verde y colgó.

– Chicos… – nos habló aún con el teléfono en el pecho – ¡Estamos convocados para la Feria del Libro 2018! – gritó y rompió en llantos.

Entonces todo se fue al carajo. Don Rata se sacó los pantalones y comenzó a bailar arriba de la mesa de reuniones junto con Fran Lucas. Se abrieron de fondo unas puertas y salieron doce enanos en ponys y un carro con Drags Queens que tenemos para las celebraciones. Curly se tiró desde el quinto piso a un contendedor con globos que hay abajo, chocho de la alegría. Lobesia sacó un látigo y ajustició a un Pony que se trató de salir del recinto bailable, Bilbo y Pelee les pidieron que los faje a ellos. Pauli Pietra se fondeó un jarrón con Whisky. Heriberto repartió sables jedi lasers de cotillón. De los extintores de agua comenzó a caer vino y las máquinas de humo de la habitación de Bomur empezaron a largar vahos risueños. Milx se paró a predicar la palabra de un Dios muy copado con el que ha pegado onda. Monetti comenzó a grabar un en vivo desde Instagram, saludando a todo el público del mundo. Calypso y Betsy Bennet comenzaron a bailar una danza pagana y fogosa para levantar la temperatura del lugar. Diem conectó la guitarra a los parlantes que dan a la calle y se puso a puntear AC/DC.

El resto de las chicas corrieron a la heladera de champagne y los chicos corrieron las mesas y prendieron los parlantes del baile. Celso Jaker subió a la azotea a poner en marcha nuestro helicóptero privado para ir en busca de Marcos Valencia y Mina Murray en nuestra otra oficina, ubicada frente al obelisco, en Buenos Aires.

Era la mejor noticia en ocho años, terminamos de madrugada, todos desnudos y drogados. Pero no era para menos…, resumiendo:

Queridos lectores, por primera vez en la historia de Mendoza habrá un proyecto literario virtual en la Feria del Libro… ¡y nosotros somos los elegidos! A raíz de ello hemos armado una charla espectacular, la cual tendrá lugar el día DOMINGO 21 a las 17:30hs en la sala VILMA RÚPULO del espacio JULIO LEPARC.

Les vamos a contar sobre los siguientes temas:

EL MENDO | el único proyecto literario virtual inclusivo en la historia de Mendoza. Nuevos lectores y escritores en pleno siglo XXI

  1. El origen del Mendo, ¿Por qué surge un proyecto así? || Por Mina Murray y Don Rata.
  2. ¿Qué es el Mendo? || Por Ing. Conep.
  3. El enigma detrás de los escritores || Por Bilbo.
  4. La responsabilidad del comunicador || Por Patricia Solari, Pelee y Fran Lucas.
  5. La pasión de escribir || Por Lobesia Botrana, Calypso, Betsy Bennet y Diem Carpe.
  6. Las nuevas formas de consumir literatura || Por Marcos Valencia y Mina Murray.
  7. Los límites legales de la libertad de expresión || Por Dr. Cristian Martínez Klein.
  8. Animarse a hacer || Por Dr. Bomur.
  9. Ronda de preguntas con el público.

Auspicia:

El evento es LIBRE Y GRATUITO más detalles haciendo click en la siguiente imagen:

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El Mendo es una porquería…

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NDA: recomiendo que mientras lo lean, lo hagan con la misma música con la que yo lo leí: “Time”, de Hans Zimmer:

“El mendo es una porquería, pero una porquería bien hecha”.

Esto lo dijo alguna vez un periodista destacado de Mendoza. Lejos de ser un agravio, creo que es el mejor elogio que alguien nos podría haber dicho. O la definición perfecta de todo lo que es el Mendo. Porque ese tipo se dio cuenta que detrás de lo que se veía, había un mecanismo pensado.

Recuerdo allá por abril de 2010 cuando con el Pablo arrancamos esto como un simple perfil de Facebook, muchos creyeron que era algo improvisado, pero jamás lo pensamos como algo pasajero. A los dos meses de haber irrumpido en aquella red social, con unos 400 amigos de seguidores, comenzamos a armar la página web, la cual salió publicada en agosto de ese año. En septiembre ya contábamos con tres plumas femeninas que nos acompañaban, la legendaria Dra. Lí, aún vigente, Señorita Dipietro y La Dama del Hamster. A fin de año ya éramos diez. Y de ahí no paramos más.

Con el Pablo no teníamos idea de programación, ni posicionamiento, ni de redacción, edición o literatura digital, incluso nos conocíamos poco, pero nos unía algo, el deseo de mostrarles a todos lo que escribíamos y de maneras modernas, hoy los grandes popes de la comunicación le dicen a esto “transmedia”. Pasaron 8 años, más de ocho mil notas, casi 120 miembros de un staff variopinto, inestable y verborrágico. Hicimos radio, salimos en la tele, en los diarios, clavamos más de 10 fiestas relativamente multitudinarias, nos hemos comido mil denuncias, entablado debates feroces en la facultad de políticas y en la mesa familiar de tu casa, nos ha leído en vivo Fantino en la Red, Rial en Intrusos, Del Moro en Inafama, Lalo Mir en la Metro, y la semana pasada, por primera vez en nuestra historia, Mendoza nos reconoció invitándonos a la meca del escritor romántico: la feria del libro. Nos hemos posicionado de manera natural, sin haber invertido un peso en publicidad y sin querer también nos hemos transformado en generadores de opinión. Dudo que exista un Mendocino que no conozca el Mendo o que no haya leído alguna vez algo nuestro. Y en peor o mejor medida, concretamos aquello que buscan los escritores: transmitir sensaciones.

¿Y quién iba a pensarlo, no?, ¿quién iba a pensar que solamente las ganas de dos conocidos iban a terminar en este fenómeno provincial? ¡Pues nosotros carajo!, ¡claro que nosotros! Porque siempre quisimos que el Mendo sea lo que es, porque siempre pensamos en mejorar como escritores y mantener nuestra plataforma a la vanguardia, porque en ocho años la web ha cambiado cuatro veces su imagen y nos hemos desarrollado en todas las plataformas posibles, adaptándonos a las necesidades actuales, porque hemos invertido horas escribiendo, horas diseñando, horas organizando, horas programando, y muchísima tripa y corazón en esto que nos encanta hacer.

Fuimos los primeros en hacer humor con la farándula mendocina, fuimos los primeros en hacer memes relacionados con Mendoza, fuimos los primeros en publicar un libro de terror, fuimos los primeros en hacer una miniserie de humor para redes sociales, fuimos los primeros en editar videos, hacer doblajes, escribir estados virales y copar todas las redes sociales. Hoy somos los primeros y los únicos, en tener un sitio de literatura digital amateur, con contenido autóctono e inédito. Hecho por mendocinos, para el mundo.

“¿Te dedicas a escribir?”, “¿viven de hacer “eso”?”, “¿Por qué no mejor trabajas de algo serio?”, “¿hasta cuándo piensan perder tiempo haciendo esta bosta?”, fueron algunos de los comentarios de los más allegados. Ni les cuento de quienes no nos querían. Y si, la verdad que haciendo esto se nos va mucho tiempo y esfuerzo, porque pocos saben lo que implica gestionar contenido entretenido, producido por un grupo enorme y completamente heterogéneo, cuyo amor por la literatura es el único nexo. Hay una dinámica de publicaciones, una metódica de cargado, una edición literaria y visual, un trabajo de imagen y un estudio minucioso de la mejor forma de compartirlo en redes sociales, que se va perfeccionando día a día y que se va puliendo con el tiempo.

Todo esto no fue magia, no fue el azar, ¡no señor! No fue suerte. Esto es gracias a que supimos organizarnos bien, establecimos un orden en la creación y publicación de textos y armamos un sistema social detrás de cada miembro del staff, incentivándolo a escribir y abriéndole la puerta al juego de ser escritor, de contar con palabras lo que nos pasa y de ser leídos. Hoy el Mendo es una enorme comunidad, donde interactúan lectores y escritores de una manera única y especial. No existe en Argentina una web de estas características y no sé si en el mundo haya otra igual. Y jamás se nos ocurrió irnos de la provincia, más allá de los tentadores números de lectores porteños, que significan el 53% de las visitas a la página.

Siempre nos paramos en la vereda de enfrente del típico escritor mendocino, sumido en una paja tremenda, que cree pertenecer a una elite especial de creativos y culpa al entorno de su ineficiencia artística. Y aún siendo parte de uno de los peores públicos del país, desencantados con lo provincial, amantes de lo porteño, desleales y críticos, nunca dejamos de apostar a la provincia, porque siempre fuimos consientes de que si no cambiábamos nosotros este paradigma, no lo iba a cambiar nadie. También nos separamos de la idea de sentirnos más o mejores por ser conocidos. Las puertas estuvieron, están y estarán abiertas para cualquier persona que quiera mostrar lo que hace, sobre todo si es de la provincia. Por eso también estamos inmensamente felices con lo que nos pasó en la feria del libro, porque por primera vez sentimos que alguien de arriba nos reconoce, más allá de nuestros queridos y fieles lectores.

Coyunturalmente debemos agradecer formar parte de algo a lo que hemos llamado “la generación bisagra en Mendoza”, artistas nacidos a partir de 1980 que han venido a demostrar a las generaciones venideras que si se puede hacer arte del bueno acá, compartirlo acá, disfrutarlo acá, hacer base acá, sin necesidad de irse a Buenos Aires. Quizás no tengamos la fortuna de poder vivir de esto que amamos, pero sin dudas seremos recordados como los que abrimos los surcos y plantamos la semilla del talento mendocino, que desborda en cada esquina y está deseoso de mostrarse al mundo. Escritores, músicos, muralistas, standuperos, actores, pintores, fotógrafos y un montón de gente destacada en cada rubro avalan esta idea.

Sin dudas hemos banquineado muchas veces, mostrando las miserias y porquerías de Mendoza, pero nunca nos tomamos este proyecto a la ligera, sino que le dedicamos tiempo y pasión. Hay mucha gente que no le gusta lo que hacemos, periodistas de fuste, escritores de polera, políticos ortodoxos, progres con culpa de clase, fachos oxidados, señores copetudos de Mendoza, cabezas de guinda, cabezas de termo, INADI, legisladores, empresarios inescrupulosos, licenciados en cosas, etc. Y nos encanta que así sea. Porque el Mendo refleja, con su libertinaje de textos, todo lo que somos, todo lo que nos hace Mendocinos, con nuestras penas y glorias, pros y contras, ventajas y desventajas. El asco y la maravilla de pertenecer a esta provincia.

Pero por otro lado hemos sido artífices de una enorme camada de escritores modernos, de varios puntos del país, que pulieron su arte con el pasar de los años, que llegaron mucho más lejos que en la soledad de sus blogs. Hemos hecho escribir a más gente que cualquier profesor de facultad, los hemos hecho reír, llorar, enojar, emocionar, debatir, pelear, pensar, odiar, amar, alejarse y acercarse al otro, hemos hecho leer a muchísima gente más que cualquier colegio secundario. Hemos irrumpido en la escena local con desparpajo y sin más intereses que demostrar que sí, que costó pero sí, que si pudimos. Que, finalmente, lo logramos.

Acá podes ver la presentación completa:


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Cómo empecé a escribir

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Leo de toda la vida, desde que soy chico. Mi vieja es maestra, por ende desde siempre fomentó la lectura en nosotros. Nunca pensé en escribir, en algún momento dediqué algunas líneas a compañeritas de la escuela, a modo de poemas, los cuales finalizados eran inmediatamente destruidos o archivados en los sitios más recónditos. No era nada especial o llamativo.

María Laura cuando te vi entrar me puse re feliz
quiero ir de la mano al patio con vos
y regalarte mi merienda todas las veces
tercer grado esta buenísimo.

Recuerdo que en séptimo grado me probé con un concurso de literatura. El premio era algo de guita y todos los libros que necesites para el secundario. No tengo el cuento, pero sí recuerdo la temática y el nombre: “Gravedad Zero”. Un cuento de ciencia ficción que se trataba de un tipo que se iba un domingo a la montaña, corría una piedra de lugar y de pronto toda la tierra perdía la gravedad, así que padecía una serie de peripecias para ir de Potrerillos a su hogar, agarrándose de diversas superficies. Cuando llegaba a su casa no había nadie, sus padres se habían ido flotando hacia la estratósfera, sin posibilidad de aferrarse a nada. Salía a recorrer el barrio y se daba cuenta de que todos habían sufrido el mismo destino. Se quedaba solo y triste… fin. Una bosta. Manso depresivo el niñito. Perdí, obviamente. La ganadora fue una nena que había escrito un texto sublime sobre las hadas y la pérdida de la inocencia. Mi mamá me dijo que seguro se lo habían hecho los padres. Cuando leyó mi cuento tampoco le gustó, pero igual me llevó a los jueguitos como recompensa. Las letras no eran lo mío.

Entre séptimo grado y primer año de la secundaria me hice adicto al rock nacional, me dejé el pelo largo, me encerré en mi habitación con un Aiwa de quíntuple compactera y doble casetera e invertí horas y horas deleitándome con las joyas de la música argentina. A los 14 sabía más de rock de acá que el Bebe Contepomi. Fue cuando, junto a mis dos amigos del barrio, el Negro Miranda y el Pompi comenzamos a flashear tener nuestra propia banda de rock: Folis Verghet, no en honor al cabaret parisino, sino por el temazo de Fito Páez.

Sin ninguna explicación o motivo lógico, mi lugar en la banda era el de guitarrista y cantante, el del Pompi la bata y el del Negro el bajo y la segunda voz. Éste último fue el que, por lo menos, se compró un bajo y atinó un toque. Yo ni siquiera me aprendí una fucking nota de guitarra, pero si me dediqué a escribir todas las canciones de nuestra frustrada banda, que fueron tres. Ninguna vio la luz jamás, pero ni siquiera rimaban. La adolescencia se nos escurrió entre vino con Sprite, puchos y Adidas blancas con punteras. Y así mi nula pasión por las letras quedó dormida, seguí leyendo mucho, pero no volví a escribir más nada.

Pasó el secundario, me corté el pelo y en el 2002 arranqué la facultad. A mediados del primer año, con mis amigos del barrio, nos pusimos a organizar unas vacaciones en Brasil. Teníamos que juntar $4.000 cada uno. Con esa guita los 13 del grupo nos íbamos 15 días al país carioca y la rompíamos. Llegó diciembre y la guita la habíamos juntado sólo 4. El resto no llegaba ni a la mitad. Por decisión unánime hicimos una “vaquita” entre lo que cada uno había podido juntar y con ese “fondo común” nos fuimos unos días a Villa Gesell, que estaba híper de moda.

Esas vacaciones desentonamos en todo sentido. Nos sentíamos realmente como sapos de otro pozo. Éramos re contra provincianos, con nuestros cortos del Tomba, nuestros pelos largos rocanroleros, nuestras borracheras épicas y nuestras panzas porroneras, entre porteños de físicos esculpidos, electrónica lisérgica, posturitas, galanes, modelos de tele y una joda cuidada y concheta. Llegamos pensando que nos íbamos a coger a medio país y terminamos de pedo recordando a un par que nos aceptaron bailar un par de temas, por pena.

Una tarde de playa, borrachísimos con un melón con vino, arruinados en la playa más careta de Gesell, nos comenzamos a reír de lo que hubiese sido nuestra suerte en Brasil. Lugar que proyectábamos mucho más sofisticado y estético, con negros re fornidos y pijones y morenas de caderas exuberantes y ojos claros. Esa tarde la pasamos genial, reímos como nunca en la vida. Fuimos los perdedores más felices de toda la costa. Y el sentimiento fue grupal.

Fue tan pero tan divertida aquella conversación que apenas llegué a Mendoza la escribí, aquello no podía quedar en el olvido. Cuatro hojas de Word donde contaba sobre lo mal que la pasaría un menduco de vacaciones en Brasil, finalmente vaticinaba un consejo a modo “Irma Jusid” de Capusotto. El texto se titulaba “El consejo del Sr. Rumbo sobre tomarte vacaciones en Brasil”. Copié y pegué el texto en el cuerpo del email de Hotmail y se los mandé a mis amigos. Todos rieron al recordar aquella tarde y me aplaudieron la moción en el asado del viernes.

Entrado ya el segundo año de facultad, una tarde en “Informática I”, el Muñeco Fernández, compañero, se destornillaba de risa frente a su compu mientras yo miraba fotos porno. En un momento me dice “Tincho tenes que leer esto que me acaban de pasar, te vas a morir de risa”. Me lo reenvió, era la típica “cadena” de emails que se mandaban con chistes o porno. Abrí el email y comencé a bajar el scroll del mouse… cientos de emails adjuntos, muchos, miles, de todos los colores, con comentarios, risas y reenvíos. Al llegar al final encontré el chiste… “Consejos sobre tomarte vacaciones en Brasil”… le habían borrado el “del Sr. Rumbo”, pero el resto era mi texto.

Por primera vez, en el año 2003, se había “viralizado” un texto mío. El Muñeco no me creyó, en ese momento los 2MB de capacidad que te daba Hotmail te obligaba a eliminar enviados y recibidos cada una semana. No tenía pruebas “online” del enviado, pero si una de las respuesta de los chicos que había zafado de la papelera de reciclaje. Leyendo cada párrafo le demostré que hablaba de mis amigos y de mí mismo. Un tanto sorprendido el Muñeco me creyó, yo esa noche no pude conciliar el sueño. Algo escrito por mí le había gustado a mucha gente. Ego… el ego me estalló. Era yo, era mi texto, era algo mío. Ahí me di cuenta porqué era el único sobreviviente de “Gravedad Zero” y el más expuesto de los “Folis Verghet”. Por el ego. No podía quedar como anónimo algo mío, demasiado ego.

Dejé de ver porno en las horas de informática y me puse a buscar algún lugar donde escribir. Entonces descubrí los “foros”. Los foros fueron una especie de primer “Facebook”, una red social donde vos tenías una serie de tópicos ordenados por temas y estilos y adentro mucha gente escribiendo sobre eso. Política, literatura, religión, cómic, autos, motos, tecnología, juegos, cine… de pronto se me abrió un mundo maravilloso de letras, la gente hablaba de todo, pero escribiendo… era un sueño. Te tenías que poner un pseudónimo y una foto a modo de avatar, nadie sabría tu verdadera identidad, podías escribir como quién no eras o querías ser… ¿fue quizás aquella dinámica la semilla del Mendo? Sin dudas.

Me logueé en “Psicofxp” y en “El Forro”, en los dos como “MartínRumbo” y una foto del “Che”… menos viveza que un koala, pero fue porque tarde entendí la dinámica. En el primero terminé siendo “moderador” y ganando varios “premios” (mejor post, post más comentado, miembro más activo, eran premios de ese tipo, te ponían una copita y la tenías más larga). En el segundo terminé baneado (censurado, bloqueado por no cumplir las normas). Pero en ambos escribía un montón, estaba maravillado, creaba post, comentaba todo, intercambiaba ideas con otros miembros, y sin darme cuenta… tipeaba, tipeaba y tipeaba… pulía aquello que estaba dormido, encontraba la manera de sublimar mis angustias, mis sentimientos e ideas mediante las letras.

Subí mis “Consejos sobre irte de vacaciones a Brasil” y a partir de ahí, en ambos foros, comencé a tener cierto “éxito” con el humor. Entonces llegaron más “consejos”, sobre recitales, sobre el matrimonio, sobre las citas a ciegas. Cuando los demás foristas empezaron a reclamar que aquella semana no había habido “consejos”, me di cuenta que no lo podía dejar pasar… entonces me decidí elevar mi ego a otro nivel… me hice un blog. En los blogs todo el contenido que había era tuyo… creado o choreado.

Así nació “La Despensa del Humor” y un nuevo mundo de “bloggers” se abrió ante mí. Una nueva comunidad de escritores virtuales crecía conmigo dentro. Nos leíamos, nos “reblogueábamos”, nos linkeábamos los sitios y nos comentábamos. Porque es una mentira esa de que el escritor escribe para él, que no le importa que lo lean. El escritor quiere ser leído, comentado, criticado, compartido, el escritor es una persona con una enorme cuota de ego insatisfecha, que solo encuentra reparo en el cabal conocimiento de que es consumido. Y el que me lo niegue es un idiota o un hipócrita. El sitio llegó a tener catorce mil visitas en tres años (lo que tiene el Mendo una semana), yo no lo podía creer, era una locura de gente. Un día un pibe me reconoció y me invitó un trago en Iskra. Estaba tan feliz que se lo pagué yo.

La despensa duró hasta Marzo de 2010, cuando con el Pantera Ontivero inventamos “El Mendolotudo”. Lo que sucedió después ya todos lo conocen.

Consejo del Sr. Rumbo: no intentes ocultar tu ego, sino aprende a encausarlo. Jugátela por una idea a full, porque así como una tarde de borrachera y chistes terminó en una Feria del Libro y un futuro prometedor, uno nunca sabe dónde pueden terminar las pasiones de los que nos creemos el ombligo del mundo.


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No me gusta el fútbol

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“El fútbol es popular porque la estupidez es popular” decía Borges. Y esto no lo decía por querer hacerse el “culturoso”, ya que Borges ES la cultura, sino porque realmente no le gustaba. A mí me pasa en parte lo mismo, no lo considero una estupidez, sino que no me gusta. No me gusta el fútbol y no es algo que me enorgullezca reconocer.

Considero tedioso estar frente a un televisor casi 100 minutos viendo un grupo de personas jugar a la pelota, yendo y viniendo de un lado a otro. Me cuesta horrores bancarme un partido completo, ni hablar de jugarlo. Además de que soy malísimo, resto siempre en el equipo que juego, y si bien conozco las reglas, no entiendo siquiera la dinámica del juego. No se anticipar, ni gambetear, ni dar o recibir un pase. No me puedo imaginar físicamente cómo se sobrepasa a un rival o cómo se logra llegar al arco, entre once rivales y once compañeros.

Fui una sola vez a la cancha y lo detesté. Me cagué de calor, veía mal, fue un castigo insufrible y sólo pensaba en que qué mierda hacía toda esa gente ahí cuando, de última, era mucho mejor padecer este calvario desde la comodidad del hogar, con un 50 pulgadas, birra fría, un sillón cómodo y una picada a mano.

Y eso que he tratado de obligarme a que me guste. Recuerdo un año me empeciné en realmente seguir a Boca. Me aprendí el nombre y la posición de todos los jugadores, el cuerpo técnico, estudié los torneos que había en un año y me dispuse a seguir todos los resultados, ver la evolución de los equipos rivales y quedarme los domingos viendo programas de fútbol para terminar de comprender el entorno de lo sucedido. También me compré unos botines y un equipito para ir a jugar con mis amigos al fútbol 5, me bajé el PC Fútbol a la compu y me compré el FIFA para la Play. Comencé en Enero y en Abril no soporté más.

Era una tortura fumarme un partido completo en la tele, me tiritaba el control de las ganas de hacer zapping, pensaba en la cantidad de capítulos de Padre de Familia o del Puntero me estaba perdiendo, en las historias de Ovnis del Discovery o las de la segunda guerra mundial del History, incluso cuestiones más mundanas como verle el culo a Sol Pérez o algún programa de chimentos bochornoso. Antes del Fifa prefería mil juegos más, no me bancaba ni un partido de 10 minutos, encima me cagaban a goles. Me divertía más jugar al Tetris que a esa bosta.

En la cancha duré menos, creo que fui dos veces y me harté de ser el hazmerreír de los pibes, así que le regalé los botines a mi cuñado (me los compré al pedo porque no se usan botines con tacos para las canchas de sintético) y me dejé la ropita para salir a correr canchero.

Me compré varios libros de Fontanarrosa y leí bastante de Casciari, me gustaron muchísimo sus escritos, pero no más que cualquier otra cosa de ellos dos. O sea… me copa cómo escriben, de lo que sea, de fútbol era una cosa más. Intenté escribir algunas cositas sobre el deporte del balompié, pero nada… era como obligarme a escribir pornografía (género que detesto).

Mi esposa está embarazada y, según me dijo el doctor, hay un 70% de posibilidades de que sea nene. La gente me dice “que lindo lo vas a poder llevar a la cancha” o “que lindo un nene para poder jugar a la pelota” y me agarra una angustia bárbara, porque soy de la idea de que no tenemos que hacer como nuestros viejos que nos querían imponer sus gustos, sino que tenemos que acompañar a nuestros hijos en lo que a ellos les gusta… ¿y si le gusta el fútbol? Voy a tener que llevarlo a jugar a un club, jugar a la pelota con él, comprarle camisetas y llevarlo a la cancha ¡qué horror! En fin…

Esto no tiene nada que ver con la cultura o sentirme “sofisticado”, hay otras cosas que no me gustan o que no hago para marcar esa innecesaria diferencia; no me gustan los lugares explotados de gente, no me gusta el regetón, no me gusta ir a comer a los lugares famosos, no me gustan los eventos sociales, no me gusta ir donde haya mucha gente desconocida, no me gustan las fiestas electrónicas, no me gustan los bienes fastuosos y de eso si me siento orgulloso y lo valoro o pondero. Pero no de que no me guste el fútbol.

Me encanta el entorno, el folclore, el asado previo o post partido de la selección, el salir a festejar cuando Argentina llega a los cuartos o a la semi, me gusta ver la alegría de la gente, me contagia, pero tampoco entiendo cómo el fútbol le puede cambiar el ánimo a las personas.

Este finde que pasó vi con estupor los nervios de los fanáticos, el nivel impresionante de gastadas, bullying y sobre todo el tiempo que se invierte en medirse el pito entre los rivales. Me he quedado asombrado observando el carácter de la gente, que no habla, anda mal del estómago, está tensos, idiota, mal agestada, con un nivel de stress insospechado. El país se detuvo el sábado por este tema… literalmente. Se cancelaron cumpleañitos de pendejos, se pasaron eventos, se cerraron locales… ¡impresionante! Y aún queda el partido de vuelta… no me quiero ni imaginar lo que va a ser ese día y lo que arranca hoy mismo. Éste es el único punto donde agradezco no sentir ese fervor por el fútbol, ya que en el fondo, es una angustia menos que debo cargar. Tengo amigos cuyo lunes depende de los resultados del domingo, incluso martes y miércoles. Tengo amigos que prefieren un River campeón de la libertadores a un Argentina campeón del Mundo, amigos que se han peleado a muerte con otros por cuestiones de fútbol, o que le han dejado de hablar a un familiar para siempre. Tengo amigos que lloran, que andan con cagadera, que no pueden comer, que están nerviosos y no le hablan a nadie.

En fin… no me gusta el fútbol y no me siento orgulloso por ello. No me jacto de ello porque me encantaría que me guste. Pero no.

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Frases típicas de los albañiles

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Les dejo una pequeña lista de los 10 chamullos típicos y más comunes que nos largan esta raza de trabajadores de la construcción, tan necesarios como problemáticos.

¿Terminó de pagarme? ¡Ahora no voy más!

Por algún extraño motivo, desde el lobbysta más picante del FMI, pasando por el más entrenado tiburón comercial de una multinacional pujante, hasta el empleado más raso de un almacén de barrio, todos, pero absolutamente todos le pagan a los albañiles en tiempo y forma y a todos, pero absolutamente a todos, los albañiles se los duermen. Lamentablemente el tiempo de ellos no es del común de los mortales, así que siempre terminan cobrando antes de terminar, porque ellos tienen que “pagar la semana”. Y ahí viene el drama… cualquier humano en su sano juicio terminaría un trabajo si ya se lo pagaron, por cuestiones lógicas. Ellos no, los señoritos se retiran de la obra, dejando las cosas así como están. Incluso hasta dejando sus herramientas in situ. Es ley suprema cagar al dueño de casa. Después tenes que pagarles más para que vuelvan.

La culpa es del albañil anterior.

Cada vez que contratemos a un nuevo albañil, el mismo desplegará sus conocimientos académicos, pulirá su ojo biónico y sin tapujos dirá que “el albañil anterior le ha hecho un desastre”, aumentando el costo del trabajo y desligándose de cualquier desperfecto de obra, ya que él “no empezó de cero, sino que el error venía de antes”. O se comienzan a tirar la pelota culpando a otros profesionales de sus bochornosos resultados. Así se lavan las manos, te cobran más caro y no dejan lugar a quejas.

Esto no se puede hacer así como usted quiere.

La ley del menor esfuerzo. Si algo se les complica un mínimo, directamente “no se puede hacer”, “no hay forma”, “no existe”, “no va a aguantar”, “no viene el material” o “te va a salir mucho más caro”. Sin razones físicas, ni químicas, ni lógicas te largan “no, así no se puede”, porque ellos lo hacen de una forma mucho más fácil y rápida, pero que termina resultando una banana cuando vos lo que querías era un dado.

El arquitecto / ingeniero que contrató no sabe nada.

¿Para qué mierda estudias 5, 6 o 7 años y luego haces posgrados? ¿Para qué te recibís de arquitecto o ingeniero si no sabes nada? Ellos están “en obra”, ellos han “hecho con sus manos” mil casas… los profesionales son caretas de manual que no saben nada de nada y la teoría no se puede aplicar en la práctica. Olvidate si sos mina o refinado… te defenestran en la primera reunión.

Compre “masomeno” toda esta cantidad de materiales.

Miran más o menos la obra y te mandan “esteeeeem… y traeme ochenta bolsas de cemento, un camión de ripio y uno de arena, cuarenta varillas del 12, cincuenta del 8, 100 del 10, ocho kilos de clavo y veinte de alambre”. Vas, desembolsas  una pequeña fortuna y cuando llevas todos los materiales a la obra el tipo usa el 20% de lo que te pidió y te hace un pedido completamente nuevo y diferente. La respuesta es “y… por las dudas que faltar para no estar un día esperando el material”. Entonces ahí comenzás a meterte una por una las cosas que te sobraron en donde no da el sol… para que no se herrumbren.

Terminé mi parte, yo me voy.

Una persona normal, antes de irse de su puesto de trabajo, ordena su escritorio; un mecánico acomoda las herramientas y limpia el auto, una persona deja las cosas en orden y condiciones o para volver a laburar al otro día o para que el contratista aprecie la obra realizada. Ellos no… los albañiles se van y tu casa parece la Franja de Gaza, parece que pasó el huracán Katrina con la barra brava de River rompiendo todo a su paso. Es un paisaje aterrador, el valle de la muerte, un bardo que solo se arregla pagando a más personas para que vengan y ordenen el caos que dejaron los constructores.

Esa parte no la habíamos cotizado.

Te avisan que han terminado, cuando llegas ves un montón de cosas que faltan… si si, ahora andá a buscar el contrato donde enunciaban los derechos y las obligaciones de ambas partes, si si… anda a buscar el email donde le mandabas la lista de trabajo y la respuesta de ellos, a modo de declaración jurada, aceptando. Si, dale, reclamale ahora que ya pagaste todo, te quedaste sin un mango y los tipos están cargando sus herramientas a una camionetita hecha poronga. Chau pa, LTA. Eso no estaba charlado.

Mi trabajo es garantido… se lo vuelvo a hacer el 30 de Febrero

La primer humareda con la que te seducen es con el tema del “trabajo garantido”, cuya garantía se hace efectiva el día que ellos no tienen absolutamente nada que hacer, que el clima está lindo, que están sobrados de trabajo, que Argentina salió campeón del mundo y que vos lograste mover cosas con la mente. Cuando se van de tu casa, todo lo que quedó mal hecho o hecho a medias, no será reparado jamás. A lo mejor tenes la suerte del mundo que vuelven, pero vienen con la peor y muchas veces te terminan generando más daño que soluciones.

¿Pero no era esto lo que me había pedido? ¡Noooo eso sale mucho más caro!

Agarrate cuando encargas un trabajo a otro del gremio, ponele el carpintero, herrero, etc… le pagas por una puerta y te trae un mueble bajo mesada. Le pedís una reja y se viene con una lámpara… “tu esposo me pidió que le haga esto” y ahí se te arma el kilombo con tu jermu, porque entra todo en un “dimes y diretes” con delay donde nadie se hace cargo del pedido, lo hecho, lo pagado y lo entregado. En el medio quedas vos, como el boludo que pagó algo que no quería y que tampoco sabe cómo usar.

No trabajamos porque faltaba material.

Llegas y los changos se están haciendo alto asado, con la cumbia al palo e inmaculados. No sabes si es el asado de inicio de obra, el del tercio de obra, el de los tres quintos de obra o el de los dos octavos, lo que si sabes es que no es el de fin de obra ni cagando. “¿Muchachos no han trabajado hoy?”, preguntas incrédulo… “no vino el material” es la respuesta de los flacos, quienes nunca te avisaron que necesitaban más material, que se acababa el stock o que no llegaba el camión. Eso sí, el día se lo pagaste igual. Y mañana seguramente el material tampoco llegue, así que dos días perdidos para vos, de asado y joda para ellos.

¿Y vos? ¿Qué peripecias has sufrido con estos condenados?


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El ritual del asado argentino

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Pasada cierta edad (25 años aprox.), donde un buen plan nocturno ya no es más una vertiginosa salida al boliche, anticipada con una previa etílica de bajo presupuesto, “el asado” pasa a ser casi una misa, un rito para todo argentino promedio. Un asado no es juntarse a comer, no es como ir a un restaurante, sentarse, pedir el menú, esperar media hora, cenar, pagar e irse. Hay todo un folclore alrededor, una dinámica, un desarrollo que hace que esta comida sea un verdadero placer social, algo muy fraternal y característico de los argentinos. Lo primero que se pregunta cuando nos encontramos a un amigo en la calle no es cómo anda de salud, como esta su familia o su economía, sino “¿cuándo nos vamos a comer un asado?”. No es el hecho de cenar, ni de ingerir carne, sino es “comer un asado”. Asunto homogéneo. Inseparable.

Todo comienza con la organización previa, preguntando dos días antes el número de comensales. Ahí hay un espacio para las gastadas contra los “pollerudos” que no pueden venir y contra los “alternativos” que proponen otros planes, como comer “pollo al disco” o ir a “comer un lomito a un bar”. Tiempo de valientes donde la chapa de tener el presentismo activo sale a relucir a flor de piel. Dictaminado el número de participantes, se procede a la organización de la obtención de los recursos culinarios. Por lo general hay varios actores secundarios en esta novela; el que se encarga de las ensaladas y el pan, el que trae las bebidas y el hielo, el glorioso goloso que aparece con postre y el que surte la mota, pero en esta escena ya toma especial preponderancia el que se encarga de la carne, ahí comienza su ritual.

Comprar la carne no es asunto menor. No es como comprar una Coca o puchos, donde te podes parar en cualquier almacén de barrio a abastecerte. No señor. El comprador de asado no va a una carnicería cualquiera, va a “su” carnicero. Ya que una buena compra, asegura un buen resultado. No importa si la carnicería se llama “Estancia La Gomosa” o “Carnes La Colina Verde”, el tipo va al Gustavo, al Manuel, al Emilio, al Sergio. El verdadero comprador de carne es “amigo” del carnicero, y al lugar se lo trata por su nombre de pila. Dicho carnicero sabe que su cliente lo elige todas las semanas, por ende le cumple más que a su mujer. Es un trato recíproco de fidelidad, amistad y códigos. “Yo te hago mi proveedor predilecto, vos surtime nerca de la buena”. Hay una complicidad, un halo de romanticismo, cuando el carnicero amigo te guarda una entrañita, te prepara el costillar para la llama, te desgrasa con amor el vacío o te advierte sobre un corte que no está de primera, recomendándote otro. Ni hablar si te guarda la cima o la arañita, esos cortes especiales que se dejan los carniceros… ese, ese es el verdadero amor. Verlo ahí manipulando trozos rojos y blancos, entre cuchillos y manos grasientas es silenciosamente excitante. El comprador sabe calcular perfecto la cantidad, sean hombres, mujeres o mixto. No le falla nunca. “Medio kilo por persona más las achuras” es relativo y todo depende del peso y la composición de los comensales.

El asador es el primero en llegar a la reunión. Como una especie de jefe de la tribu, como el cura entrando a dar misa. Hay un respeto del clan, una mirada de agradecimiento y orgullo hacia el master chef que se encargará de alimentar a la manada. El asador no es elegido al azar. No es el más divertido, ni el más fachero, ni el más inteligente, ni el que mejor posición económica ostente, sino es el que se lo ganó a fuerza de éxitos consecutivos. Hacer mal un asado puede ser catastrófico e inmediatamente se queda eliminado del torneo hacia la gloria de ser el designado para tan virtuosa tarea, por eso la gran admiración hacia quien retiene el título durante un tiempo prolongado. El asador puede tener un vice, un segundón, un lacayo que cumpla su rol cuando éste se debe ausentar, incluso puede mandar a que le prendan el fuego ante una demora. Pero nada es lo mismo sin su plena presencia, es como Queen sin Mercury. Su lugar en el pelotón es tan importante como el que mejor pisa la fóbal, el que más encuentros románticos ha tenido o el más gracioso. Es infaltable en todo grupo de amigos. Larga vida a él. Si está excedido de peso es buena señal. Ser de Boca y Peronista aumenta las chances de éxito. Ni hablar si usa ropa “campera”, como bombachas de gaucho o boina de campo.

El rito comienza con el armado del fuego. Generalmente el que compra la carne compra la leña, porque él bien sabe que no toda madera arde igual, no toda leña hace buena brasa y no todo producto perfuma de la misma manera. El tipo tiene incluso su corralón de confianza, lee la corteza del palo y sabe la cantidad de kilos que debe obtener en proporción a la carne. Tiene su manera de armar la pira, sabe qué materiales usar para su ignición y es capaz de encender el fuego bajo la lluvia. Madera y diario es la mejor elección.

Hay distintos tipos de asadores, en otra nota comentaré sobre ellos, pero cada cual es elegido como el mejor dentro de su grupo de amigos. Incluso puede hacerse eco de su fama y ser demandado por otros grupos, como el de laburo, el de la facu o el gym. Ser buen asador es como tener el pito grande, tarde o temprano todos se enteran.

Al tipo se lo atiende como él atenderá al resto, es también recíproco el asunto. Hay que servirle la primera copa de vino, armarle el primer fernet, tenerle a mano el repasador con el cuál secará su transpiración y se limpiará la grasa de la manipulación de la carne, la explosión de los chinchu o el salpicado de los choris. También se le arman los combinados de la picada, es de mala educación pasarle una rodaja de salame sin su pan o un palillo con el jamón pinchado sin su queso. Y si la picada consta de cortes de asado sacados con anticipación, él está habilitado para hacer el primer “pruebín”. Este tipo de picada se come del mismo tenedor que el asador e incluso es un verdadero honor ser el elegido para probar un nuevo corte ante la frase “¡probá lo que es esto papá!”. Debe avisar quince minutos, previo al servido, al encargado de hacer la ensalada, que arranque con sus labores.

Condimentar la carne también tiene su magia, básicamente es tener la capacidad de esparcir el punto justo de sal gruesa, pero hay asadores más osados, que se arriesgan con pimienta, pimentón, salmuera o algún chimi. Cada corte tiene sus tiempos y su lugar en la parrilla, no es lo mismo la cara en la que se lo coloca, el lado de la parrilla o el momento en el que comienza su cocción. Todo a su debido momento y su temperatura. Tampoco es lo mismo el proceso de servido, no se puede comenzar con las costillas o el vacío si no se arrancó primero con los choris, las morcis y el matambre. La logística de distribución tampoco es aleatoria, sino que se va alternando entre una punta y la otra de la mesa. Si la misma es muy larga, se le agrega una instancia al centro. El asador por lo general no se sienta a la mesa mucho tiempo, pero se alimenta de los mejores bocados, previamente seleccionados por él. Lo tiene merecido y nadie puede cuestionarlo.

Viene el famosísimo “aplauso al asador”, el cuál enuncia el fin de las tareas de dicho servidor. No debe hacer más nada, mucho menos si no juega de local. Otro debe limpiar la parrilla y otros levantar y lavar los platos. Incluso es de buena educación seguirle sirviendo bebidas hasta su retiro.

El asado termina con el postre, que puede o no ser algo dulce. Buena bebida, un habano o alguna porquería comprada a último momento en un kiosco también hacen las veces de postre. Las brasas no se sacan de inmediato y sobre la parrilla se dejan las sobras ardiendo a fuego lento, ya que de madrugada seguramente se ataque en versión “sanguchito” el resto del asado.

El “asado argentino” arranca uno o dos días antes, es esperado con ansias por el grupo en cuestión, comienza por lo general a las 21hs y termina de madrugada, entre las 2 y las 3 si no hay timba y pasadas las 5 si se sacan los naipes o el fichero. Es la tregua, la logia, el permitido, el descanso, el rito, la juntada, la amistad, el encuentro. El asado para un argentino no es solamente un hecho gastronómico o natural, sino que es una ceremonia única y especial, al punto de no considerar una semana “normal” la que no consta con por lo menos un asado dominguero a la vera de la ruta o un improvisado entre semana de rápida ejecución.

¡Viva el asado!


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Terror x 2: Mi Julia

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N.D.R: Este relato parte desde una premisa particular en el grupo de Facebook “Mendoza Tiembla: historias de terror de Mendoza” (click para unirte). La misma costaba en subir la foto que más miedo te haya dado, la que más “me gusta” tuviera, iba a ser la elegida para dos relatos de terror, escritor por Damián Valentín y el Dr. Bomur. Acá va uno de los relatos, al final encontrarán el enlace para ir al otro:

Mi Julia

La primera vez que la vio quedó atónito frente a la pantalla del noticiero. Era perfecta, extremadamente hermosa para ser periodista, parecía una modelo dando las noticias, una estrella del cine actuando las novedades. Quedó perplejo ante tamaña belleza. El rostro delicado de Julia Soto, portadora de una mirada arrolladora, de unas cejas infinitas que enmarcaban dos ojos negros profundos. Su tez blanca contrastaba a la perfección con una boca roja, de labios gruesos, húmedos, que dejaba fluir una voz estridente, pausada y precisa.

El impacto generado en Luis por la chica fue tal que, a partir de ese medio día, no se perdió ni un solo noticiero, aún sin importarle lo más mínimo las novedades de la jornada. Era ella, era Julia la que lo tenía atrapado a la pantalla. Vivía solo y trabajaba en un frigorífico recibiendo animales por las noches. Regresaba de madrugada a su hogar cansado y sucio y por lo general dormía hasta la hora de la siesta, aunque desde que apareció la periodista en su televisión, la alarma del despertador sonaba cada mañana a las 11:55 para tenerlo a él, de pie esperándola para verla dar las noticias.

Luis Carmona era un hombre silencioso, esquivo, introvertido y de muy pocas palabras. No compartía sus días con nadie, se lo veía siempre solo. Sus compañeros de trabajo le tenían como un tipo de pocas luces, un garabato huraño. Lo veían despostar a los animales con una dinámica sistémica, como un robot asesino, cercenando las piezas de las reses en silencio, mientras la sangre corría por sus manos y estallaba en su rostro. Nunca reía, hablaba muy poco y no se relacionaba con ninguno. Taciturno y cabizbajo llegaba a su trabajo al matadero a las ocho de la noche, entraban a eso de las nueve y regresaba a las tres de la mañana a su casa, caminando, siempre solo, escondido entre las sombras de los callejones que separaban el frigorífico de su barrio.

Pero ahora había algo que encendía los días oscuros de Luis… la hermosa Julia. Ella hablaba del zonda, del paro docente, de la suba del dólar, del calor del verano, del granizo en el campo, de política… todo con una suavidad angelical que lo sumía en un estado de ansiedad que poco a poco se iba transformando en una obsesión. Una noche, yendo al trabajo, la vio en la portada de “Espectáculos” del diario… “Julia Soto la periodista que cautiva al público Mendocino”. Compró el diario y ahí mismo lo hojeó. Sin lugar a dudas faltó al trabajo. Dentro había una sesión de fotos bastante osada de la joven periodista, donde mostraba con más audacia sus curvas, la jovialidad de su piel y una hermosa cintura dorada por el sol, ante la mirada lasciva de Luis.

Por primera vez sintió algo muy extraño… algo profundo e imposible de controlar, algo animal, un sentimiento posesivo y egoísta. Sintió celos. Él había descubierto a Julia por primera vez… y ahora todo Mendoza clamaba por su presencia en el noticiero. Ella le pertenecía. Fue él quien la vio debutando en su primer programa, cuando no era más que una recién egresada. Ahora que todos la admiraban sintió unos celos profundos. Cuando se enteró que la periodista iba a comenzar a conducir un programa de radio por las noches, su obsesión cobró tintes insospechados. Compró una radio portátil que lo acompañó cada noche. La voz de la chica endulzaba sus jornadas laborales de manchadas de sangre y viseras. Los compañeros del matadero se preguntaban qué escucharía el demente de Luis, blandiendo su cuchillo con gracia mientras sorteaba el cable del auricular para no perderse un instante de programación.

Las fotos de Julia comenzaron a decorar la habitación lúgubre del hombre, participando activamente de sus más ardientes sueños. Luego siguieron decorando el resto del gris hogar, dándole algo de color a aquel tugurio decadente. Hasta que un día sucedió algo inesperado… algo que sacó de los cabales a Luis. Apareció en pantalla Guillermo Araniti, un joven y corpulento periodista deportivo que se sumaba al programa. Su irrupción fue colmada de aplausos y complicidad por parte del plantel femenino del noticiero, generando automáticamente que el carisma de Guillermo atrapara a la audiencia… y a la hermosa Julia. El ataque de celos comenzó con una virulenta embestida contra la pantalla, destrozando el vidrio del antiguo televisor y simulando el paso de un huracán por aquella pequeña cocina. Luis lo levantó por los aires y lo arrojó contra todo lo que pudo, hasta verlo completamente destrozado, partido como su absurdo sentimiento. Al día siguiente tenía uno nuevo… y un nuevo motivo para calmar su sed. Le declararía a Julia todo su amor y la invitaría a salir. Ella lo iba a entender, le iba a decir que si, él era su fanático número uno, él la seguía desde el principio. Tenía que anticiparse al estúpido infeliz de Guillermo.

Planeó un encuentro. Se paró desnudo frente al espejo, recorriendo su escuálido cuerpo con la vista, pensando en cómo sería Guillermo desnudo, en cómo sería su piel, su sexo, su perfume. Se los imaginó con Julia teniendo sexo apasionado, revolcados en sábanas de pasión y fuego, envueltos en placeres carnales, tuvo una erección y de pronto un ataque de ira brutal. Destrozó el cristal de una patada, haciéndose heridas profundas en la planta del pie y los tobillos. Él era la sombra en esa escena, la oscuridad, el espanto. Esperarla a la salida del noticiero no era buena idea, si lo veía bien sin dudas no le prestaría atención. Necesitaba estar amparado bajo el manto de la noche. Ya tenía preparado su plan. La esperaría a la salida de la radio, a media noche, le regalaría flores y la invitaría a salir.

La noche siguiente estaba sentado frente a la radio. Ubicada en una calle solitaria de la ciudad de Mendoza, casi sin tránsito a esa hora de un día martes. Escuchaba como se iban despidiendo uno a uno los conductores del programa. Pasaron unos minutos y salió Julia con otro compañero de trabajo. Un hombre grande, pelado y de lentes. Se saludaron y cada uno emprendió un rumbo distinto. Luis comenzó a seguir a Julia, desde atrás, entre las sombras. Los tacos de la chica hacían eco en la soledad de los adoquines citadinos. Él la miraba desde atrás, nervioso, agitado y exaltado. Una sensación adolescente recorría todo su cuerpo. La estaba viendo en vivo por primera vez, tan hermosa y sensual, caminando altiva y hermosa. El perfume de su pelo le llegaba a través de la brisa nocturna y lo embelesaba de seducción. Julia era suya y esa noche lo iba a saber. Apresuró el paso y le chistó. La chica siguió caminando. Le silbó, los nervios de la periodista se notaron al acelerar su caminar. La nombró y ella, por fin se dio vuelta.

Luis no supo qué hacer, tan hermosa, tan dulce y frágil. Sintió una fuerza enorme en sus manos, fue tal el vigor de su presencia que tuvo una erección, la saliva envolvió su lengua, fue sometido al deseo absoluto de poseerla ahí mismo. La chica percibió la maldad en los ojos del hombre. Él se avalanzó hacia ella. Julia quedó paralizada por la incertidumbre, algo en lo más recóndito de su cuerpo encendió una alarma. Luis la tomó por las muñecas “tenés que venir conmigo” alcanzó a balbucear, sumido en un estado enfermizo. La periodista sólo pudo gritar, el hombre le tapó la boca con su mano, pero el pedido de ayuda llegó a los oídos de Guillermo, que esperaba por la chica a una cuadra de la radio. Estaban saliendo y no querían hacer aún público el romance. El muchacho apareció como un rayo y de un solo golpe apartó a Luis de la mujer. Un segundo puñetazo puso al acosador en una posición completamente vulnerable y lo hizo volver a la realidad. Se sintió solo, humillado y desprotegido. Logró ponerse de pie y zafarse de una nueva embestida de Guillermo que buscaba reducirlo. Salió corriendo como pudo, entre gritos de Julia y las zancadas del periodista siguiéndolo. Logró escapar por poco, lastimado y atormentado por lo que acababa de ocurrir. Había perdido para siempre las posibilidades de seducir a la mujer de sus sueños.

Esa noche no durmió. Destrozó todas las fotos de Julia, se lastimó las uñas de tanto arañar las imágenes en la pared. Maldijo su suerte, maldijo a Guillermo, maldijo a la mujer. Luego de una ingesta de rivotril con whisky logró desplomarse en un sillón.

A las 11:55 del día siguiente lo despertó la alarma. Se levantó perdido, con resaca y dolorido por la hinchazón de los golpes recibidos. Tenía un ojo completamente inflamado y parecía que lo había arrollado un tren del dolor de espalda. Puso un café, se mojó el rostro y encendió la televisión. Los párpados de Julia denunciaban el llanto en el que había estado presa toda la noche. La noticia había hecho ecos en varios medios del país. “Acosador intenta abusar de joven periodista”. Varias cámaras lo mostraban, ninguna con exactitud. Guillermo era el héroe de la jornada. Motivo más que merecido para blanquear el romance. La taza de café estalló contra la pared, como el corazón de Luis. Con furia infinita tomó una última imagen de Julia que había quedado sobre la mesada. La destrozó en varias partes y la arrojó sobre la mesa… entonces vio algo… se dio cuenta de algo. Una luz al final del túnel… la esperanza de poder saciar su sed se le había dilucidado. No era lo mejor…. pero quizás era una forma de tener a Julia… o algo que se le asemeje. Estuvo todo el día tramando su plan.

Se hizo de noche. Tomó uno de los trozos de la foto cortada. Las piernas. Largas, torneadas, finas, como de porcelana. La guardó en el bolsillo de su campera y salió a su trabajo. Al salir, ya de madrugada, se llevó de los utensilios de la fábrica su cuchillo de matarife. Una enorme hoja afilada que manejaba con gracia artística. Tomó calles distintas a las acostumbradas, se adentro por los callejones de los caseríos, pasó por plazas y equinas iluminadas con luces amarillas. Hacía calor y era jueves de madrugada. Había gente en la calle. Pasó cerca de algunas personas. Siguió unos pasos a una mujer, luego se arrimó a otras dos que charlaban en el cordón de la vereda. Pero no… estaba buscando a alguien en particular. Era un cazador sin presa. Entonces, a lo lejos, divisó a una pareja que discutía frente a una casa. Se acercó varios metros. Miró a la mujer, observo sus piernas… era ideal. Al aproximarse, el novio de la chica se alarmó. No alcanzó a preguntar qué hacía Luis ahí que un filoso tajo le cercenó la garganta, dejando fluir un torrente de sangre viscosa y oscura. La mujer no podía creer lo que acababa de ver, pero antes de moverse o gritar, el húmedo filo del cuchillo la atravesó de punta a punta, abriendo un tajo mortal en su abdomen. A la vera del camino, Luis terminó de hacer su trabajo. Degolló al hombre y mutiló a la mujer, llevándose nada más que sus dos hermosas piernas.

La mañana del jueves lo despertó con el horror en las noticias. Y él mirando con cinismo a su amada. Ambas piernas estaban en la heladera de su casa. No había rastros del asesino. Tomó la segunda parte de la foto cortada… los hermosos brazos de Julia. Delgados, fornidos, sin rastros de bellos ni cicatrices de niñez. Esta parte sería mucho más fácil.

Esa noche salió del frigorífico y se tomó un colectivo, luego otro y finalmente otro. Estaba lejos de su hogar, muy lejos. Desconociendo la arena de batalla decidió agazaparse para esperar a su próxima víctima. Escondido detrás de unos arbustos, al costado de una calle de barrio, contuvo la respiración cuando a lo lejos vio caminar hacia él una mujer joven. Otra vez la sensación de poder en sus manos… otra vez la erección. Como un rayo saltó sobre su víctima por detrás y le enterró el filoso metal en el pecho. La mujer no paraba de gritar, la ultimó metiéndole un cuchillazo en la boca, el que al atravesar la garganta de la chica, terminó por lastimarlo a él que estaba detrás. No tenía tiempo de pensar que quizás encontraban su sangre en la escena del crimen. Rápidamente cercenó ambos brazos, los introdujo dentro una bolsa de hielo que llevaba en su mochila y volvió a su hogar, lastimado y sucio, amparado por la noche.

Había un asesino serial suelto, era la noticia de la mañana siguiente. Las heridas habían sido ocasionadas por la misma arma. La brutalidad era similar. Luis miró los dos pedazos de foto que restaban. Dejó el más difícil para el último. El torso de Julia era sublime. Unos pechos justos, una cintura armoniosa, un abdomen firme. Una deportista. Tenía que ser una deportista.

Los viernes corre mucha gente en el Parque General San Martín, a toda hora y por todo lugar. Además hay zonas absolutamente oscuras entre los bosques, perdidas en calles sombrías. Luis lo sabía muy bien. Caminó por las calles menos iluminada, simulando ser un turista, mirando todo a su alrededor. La remera ajustada color fucsia de una corredora alertaba una cintura pequeña y un artificial par de pechos que se bamboleaban con cada paso. Como un remolino embistió contra la chica y la llevó con cloroformo en su boca hasta lo más profundo del bosque… ahí la ultimó violentamente, dejando los despojos de la joven y llevándose su tesoro.

Faltaba sólo la cabeza. El rostro de Julia era único, maravilloso, inmaculado. Sin dudas no habría otro que se le pareciese, pero él podía verla en todos lados. Si encontraba a alguien parecida, sin dudas podría proyectarla ahí. Recorrió varios días el centro, las universidades, plazas y calles citadinas, buscando en las mujeres un rostro que se le parezca. La ciudad estaba sumida en un miedo absoluto, andaba un asesino suelto y las mujeres eran las víctimas. Se coló en una marcha en plena peatonal. Escondido entre pañuelos verdes y gritos femeninos observaba cada facción, cada mirada, cada cabello de cuanta mujer se le cruzase por su visión… entonces la vio. Las mismas cejas, otro color de ojos. La boca un tanto más fina, el mentón más suave, pero el mismo tono y corte de cabello. Se quedó en la marcha, cerca de la mujer. Luego la siguió, ocultándose entre la gente, mirándola a lo lejos, siguiéndola con la vista. Terminó la marcha. La mujer caminó hasta la parada de un colectivo. Luis se subió al mismo que ella y se bajó en el mismo destino. Simuló tomar otra dirección y se cruzó la calle, a los pocos minutos giró sobre sus talones y volvió a perseguirla. La mujer tocó timbre en una casa. Abrió una señora mayor. Se cerró la puerta. Casa de barrio, rejas, tejas, puertas, ventanas… nada fuera de lo común. Dio algunas vueltas a la manzana, esperando que se hiciera más de noche. Y la suerte estaba del lado del Diablo. En una de las pasadas la señora mayor salió con las bolsas de basura a la vereda… fue el momento perfecto para el ingreso de Luis a la casa. Derribó a la mujer de un solo golpe, se aseguró que no se pondría nunca más en pié enterrando a fondo el cuchillo en el corazón de la anciana. Corrió por los pasillos de la casa. No había más nadie. Desde el baño la joven mujer preguntaba qué pasaba, qué eran esos ruidos. Luis trató de abrir la puerta… estaba cerrada desde adentro. La mujer preguntó por su madre. No tenía mucho tiempo. Le dio una patada firme a la delgada puerta, que se derribo rajando el marco. La mujer gritó agudo e intentó salir de la ducha, enrollándose en la cortina. Luis aprovechó la caída y de un solo y brutal golpe ascendente, separó la cabeza del torso de la mujer… la mueca de horror quedó petrificada en la cabeza. En pocos segundos el baño se tiñó de rojo. Luis escapó dejando huellas por doquier. Ya no le importaba más nada.

Tenía su versión de Julia. Las partes se habían conservado bastante bien en la heladera. Había construido una caja del tamaño de una cama y le había instalado un aire acondicionado, ese sería su lecho de amor. Ahí disfrutaría de su Julia cuantas veces quisiera. Sin ningún conocimiento de taxidermia o tanatopraxia colocó cada parte sobre la mesa y cosió todo al torso. Unió con tanza piernas, brazos y cabeza. Logró modificar el rostro de horror de su Julia, utilizando pegamento. Cuando terminó su obra macabra la contempló con orgullo. Entonces la vio relatando las noticias, dedicándoles los programas, mandando saludos a Luis, su amado, que la miraba todas las mañanas desde su casa, que la escuchaba todas las noches desde su trabajo. La abrazó y bailó con ella un vals, la vio de blanco, hermosa, virgen, inmaculada, sólo para él. Diciendo que “sí” ante Dios. Y él se vio enorme, fornido, parecido a Guillermo. Exitoso y feliz. El calor encendió su cuerpo y su sexo se irguió descomunalmente. Llevó a su Julia al lecho de amor, gélido para que su cuerpo soporte el paso del tiempo. Bastaba el calor de su placer para no morir de frío ahí dentro. Entonces la besó, recorrió su cuerpo entero con su boca. Su Julia gemía extasiada y lo llamaba, lo deseaba más que nada en el mundo. Luis apretaba la carne putrefacta, fría y pestilente de sus víctimas. Acariciaba las costuras con placer lascivo mientras su Julia clamaba que la penetre. En cuanto introdujo su sexo en lo que quedaba de aquel torso, un orgasmo electrizante lo envolvió por completo, haciéndole sentir un placer extremo, sensación que jamás sintió. Estalló sobre su Julia y quedó rendido de amor, abrazado a ella, perdido en las caricias agitadas de su amada. Por primera vez en meses logró conciliar el sueño.

Entonces, medio dormido boca abajo, sintió un ruido… no quiso abrir los ojos. Otro ruido… era una respiración. Cortada, gutural, quejumbrosa. No era la voz hermosa de su Julia. Temió abrir los ojos y despertar en otra realidad que no fuese el sueño hermoso en el que había terminado. Entonces sintió una respiración en su nuca. Algo estaba mal, su Julia no podía estar respirando… ¿o sí?, entonces como un rayo se dio media vuelta, con la velocidad de la luz. Y ahí estaba su Julia, mirándolo putrefacta y pestilente, intoxicándolo con el vaho de su aliento mortuorio. Y el horror culminó con el filo del cuchillo, que ingresó en su vientre y subió hasta su esternón, abriendo en dos su pecho para que su Julia devorara el amor.

 

Leer el otro relato

 

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Tipos de asadores

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Hace un par de semanas les escribí sobre este ritual al que los Argentinos le llamamos “hacer un asado”. Pueden leer la nota titulada “El ritual del asado Argentino” haciendo click acá.

En esta ocasión voy a ser más específico y les voy a contar sobre los diferentes tipos de asadores con los que me he cruzado. Comenten al final de la nota a ver si falta alguno…

¡Y que viva el asado!

El arquitecto

El tipo es un estratega del asado, comienza planificando la cantidad de “materiales” para el fuego (leña, diario, madera) y luego digita todo con la precisión de un reloj Suizo. Arma la pira de leña como un verdadero castillo medieval y luego distribuye las brasas una a una para generar el poder calorífico preciso en cada sección de la parrilla. Observa con detalle el paisaje carnívoro, mueve con pulcritud cada corte, revisa con ojo detallista la cocción de cada parte. Un artista el vago.

El precoz

Este personaje anda al palo todo el día, labura a mil por hora, hace trescientas cosas por segundo, se mete en cuanta pelotudez aparezca, siempre apurado, siempre atrasado, siempre estresado. Esta forma de ser la traslada a lo sexual y culinario; o sea que coge mal y en dos minutos y hace el asado mal en menos de una hora. Pone fuego, mucho, excesivo, luego mete la carne de una y la arrebata. El asado le sale negro por fuera y crudo por dentro. Es un asco.

El rituálico

Para él hacer el asado no es solamente cocinar, sino que es toda una misa, una procesión. Se toma el tiempo necesario para comprar desde la leña hasta las ensaladas y arranca la ceremonia con una parsimonia y formalidad digna de un eclesiástico. Cada parte de su misa tiene un motivo, una razón de ser y una dinámica. Él las respeta a todas y cada una, generando un asado exquisito, en su medida justa y para todos los gustos.

El puchero

Este se ha hecho fama de “buen asador”, pero en realidad es uno más del montón, sólo que descubrió un secreto gastronómico muy bien guardado: “cualquier carne a las brazas, con tiempo, sale tierna”. El tema es que el vago se ha llevado a pecho este refrán y se abusa mal. Te tiene un costillar en ocho horas, un lechón en diez, un corderito en cinco y, sorprendentemente para el asado se toma las no módicas cuatro horas. El asado sale tierno… pero tierno como la carne hervida. No sabes si estás comiendo a las brasas o a la olla. El nivel de amor-odio que genera este estilo de asador es muy equitativo y asunto de profundo debate filosófico.

El vanguardista

Moderno y extrovertido si los hay. El vanguardista siempre trae recetas nuevas, menjunjes innovadores y novedosas maneras de hacer asado. Está en boga, en la cresta de la ola del asado. Recetas nuevas, ideas revolucionarias, maneras locas de asar la carne. Nunca hace un asado tradicional, siempre trae algo con qué fusionar la carne y genera resultados controversiales. “El que no arriesga no gana”, así que el loco se la ha jugado tanto, que las veces que ha fallado es perdonado por el resto de los comensales.

El pasado

A este le encantan los excesos, entonces aprovecha la juntada de los findes para abusar de cualquier droga que tenga al alcance de su mano; escavio, faso, pastillas, merca, papusa, merluza, todas los dejan bien parado y re colocado. El problema no es su adicción, sino que a veces agarra la parrilla y hace asados re contra mil pasado de falopa. Y ahí lo tenes… le pone limón a las cotillas, le tira el huevo arriba del vacío, mete los pimientos al fuego, pone la cebolla sobre la parrilla, no sala la carne o lo que es peor, le pone azúcar. Un desastre. Si todos están drogados como él puede que pase tamaño sacrilegio.

El ensalada de fruta

El tipo no es como el vanguardista, pero roza lo vegetariano, así que sus asados son una fiesta de sabores y color. En la misma proporción de la carne, el vago le manda pimientos, berenjenas, papas, zapallos, camotes (o batata para los porteños) cebollas, ajíes, tomates, etc. Al principio los amigos lo re putean, pero con el tiempo les empieza a gustar de vez en cuando que “el ensalada de frutas” haga su verdulería a la parrilla.

El básico

Conservador y de derecha, el vago no se la juega por nada ni nadie. Va al hueso, al grano, a la fija. Para él, el asado es de carne, a lo sumo una costilla. Las achuras y los embutidos son “parrillada” o “asado de putos”, así que el asado del básico, consta de vacío, entraña, lomo, etc. Sólo carne. El único “extra” que es aceptado por él es el pan, el cual es infaltable. Si es algo osado le suma ensalada de lechuga y tomate, cortado en pedazos grandes y solo para aquellos a los que le “tiemble la cola” según él.

El histérico

Este tipo tiene una duda con la vida, nunca puede terminar de elegir conforme una opción, porque se pregunta cómo habría sido la otra. Es indeciso, dubitativo e inseguro. Gasta fortunas en psicólogos y necesita la aprobación todo el tiempo del entrono sobre cada paso que da. Le da mil vueltas a sus parejas, mil vueltas a sus laburos, mil vueltas a los estudios y, por supuesto, mil vueltas a la carne. El “vuelta y vuelta” es una utopía para él, que termina mareando la carne y perdiendo el control de cualquier punto de cocción específico.

El tiempista

Parecido al “arquitecto” el tipo tiene todo calculado de antemano; cuánto tiene que tener la pira encendida antes de sacar la leña  para que la brasa sea buena, cuándo se pone la carne, cuándo los choris, cuándo las morcis, cuándo las achuras. Anda con un cronómetro y pobre de él si se lo olvida, pregunta frenéticamente la hora cada dos minutos. Es un enfermo obsesivo y no tolera que se le pasen  ni quince segundos cualesquiera de las etapas. Apenas agarra la primera tabla el flaco ya te dice a qué hora van a estar todos sentados en la mesa… y es muy difícil que le pifie.

El campero

No importa si vive realmente en el campo o en un departamento en el centro, el campero cae lookeado al asado como un verdadero gaucho. Esto le da un aura de conocimiento y sabiduría. Viene con sus bombachas, su boinita, alpargatas, un cuchillo con cabo de cuerno de alce y un tenedor igual de filoso. El campero toma vino en bota mientras hace el asado y ama escuchar folclore o que suene una criolla. Suele ser excelente asador de “bichos”, como jabalí, vizcacha, chivo o llama.

El experto

El tipo es modesto, se parece a uno más del montón, viene de perfil bajo y nadie apuesta mucho por él. Comienza callado, no hace espamento, dispone del fuego en silencio, pone la carne despacio, cabizbajo, sin “levantar la perdiz”. Entonces, cuando todos están en cualquiera, despliega sus conocimientos absolutos sobre el tema y sorprende a los comensales preguntando por “el punto” en el que quieren la carne. Algunos se quedan atónitos, otros no lo pueden creer y varios desconfían de las palabras del muchacho. Pero no… el tipo es un capo, un diamante y cero vendehumo, así que saca cada corte “al punto” pedido por los comensales. Una manteca.

El embelequero

Este muñeco ama los accesorios, los zarcillos y las herramientas. Es el típico del grupo que tiene amoladora, circular, llaves tubo y herramientas de todo tipo. Una especie de McGyver venido a menos. Como es de esperar, el loco cae con todos sus accesorios al asado. Desde una valija enorme con un montón de especias, donde cada frasquito tiene su etiqueta, hasta la cajita con todos sus utensilios de asador. Cuchillo, tenedor, palita, pinche, pinza, cepillo, palitos para brochets, pincel, etc. Incluso en el baúl del auto lleva un disco y una espada para hacer giladas a la llama por si pinta. Un capo.

El rata

Siempre se queja del precio de los asados, así que cuando le toca comprar a él, es el “Lita de Lázzari” del asado. Va a siete carnicerías distintas para comprar un sólo asado, porque en una tienen de oferta la costilla, en otra es barata la achura y en una de más allá tiene “regalados” los choris. Pregunta hasta último momento la cantidad de comensales y se re calienta si se suma uno más al final, porque el vago calcula justísimo la cantidad de carne. El asado termina saliendo 20% o 30% menos de lo normal, solo que es un asco, con altísimas probabilidades de haber comido carne de caballo o de otro animal no vacuno y siempre con gusto a poco. Ni hablar de postre o picada, eso para él es de “oligarca imperialista”.

El subtítulo

No hace el asado, no es personaje de la película, no toca ningún pito en la banda, pero ahí lo tenes al molesto, al cansador, al aburridor, al hijo de mil puta moscardón pesado metiendo comentarios sobre cada acción que el asador en cuestión realiza. Que “le falta calor”, que “le sobra brasa”, que “dalo vuelta”, que “¡que frío tiene este asado!”, que “esto todavía no se pone”, que “¿cuándo pones las morcis?”, que “¿o le pones aliño a esto?”… ni hablar cuando pretende meter mano… para un asador de fuste, esa acción es merecedora de por lo menos una cachetada en la mano o un reto virulento y serio. Temerario pelotudo que viene a meterse en lo que no le incumbe.

No obstante, seas uno u otro… ¡Un aplauso para el asador!


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40 cosas que definitivamente no hiciste el 2018

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El año pasado escribí “40 cosas que no vas a hacer en 2018” y, como primer nota mía del año, les paso el vaticinio de lo que seguro les pasó.

Si se copan pueden copiar y pegar la lista (haciendo click en la nota del año pasado) y comentar qué lograron y qué no…

1- Mañana no vas a empezar la dieta.

Imposible, ¿arrancar una dieta un miércoles? Si lo haces sos inquebrantable.

2- No vas a bajar 10 kilos.

¡Agradecé si de pedo pudiste mantener el peso durante 2018! Con la Macrisis le has entrado a los carbohidratos (pan, arroz y fideos) que se caga la cata.

3- No vas a entrenarte para correr una maratón a fin de año.

Resignate, ya no lo hiciste el año pasado, dejá de mentirte. Arrancá por prometer que vas a correr una vuelta al lago, o no se… 10 minutos sin morir.

4- No vas a ser mejor padre, ni hijo, ni esposo.

Podrías esperarte en uno de los tres e intentar cumplirlo…

5- No vas a cursar religiosamente todas las materias que te tocan.

Dale pajero/a, sacate de la cabezas los planes astronómicos. Asegurate la bocha, jugátela por un par de materias y ponele todas las fichas ahí. Así no terminas como este año, en la pampa y la vía.

6- No vas a estudiar las dos horas por día que te recomiendan.

Otro año que te mentís con este objetivo. Netflix, redes, play, birra, moscas, etc… cualquier cosa es excusa para que te vueles, gaviota regalona cosita del papi.

7- Estas de vacaciones… pero no te vas a leer dos libros por mes como en enero.

Hacé un raconto de los libros que leíste en 2018… si leíste al menos 6, date por hecho.

8- No vas a dejar de tentarte con ese chongo prohibido.

Dale, si todos sabemos que lo/la vivís stalkeando… date el gusto que te estás poniendo vieja/o.

9- No te vas a recibir en diciembre.

Si lo prometiste el año que viene, puede que lo este 2019 lo logres… tenes 12 meses pajerazo/a.

10- Te vas a farrear toda la guita que pretendes ahorrar para irte el año que viene a Europa.

¿Estás en Europa? No. O sea que te la farreaste. ¿Arpendiste la lección? Lo charlamos en 2020…

11- No le vas a poner todo el huevo que imaginas al laburo.

Si con el año turbulento que tuvimos no te rajaron del laburo o fundiste la empresa, agradecele a los cuatro vientos y rogá que el 2019 termine, al menos, parecido para vos.

12- Casi seguro que no te van a ascender.

¿Ascenso? ¿Estamos hablando de fútbol? ¿Eso con qué se come?

13- Es bastante difícil que planees tener un hijo y lo tengas el mismo año, si es así andá a ponerla ya mismo.

Si no estás embarazada y queres, metele que son pasteles.

14- No vas a cambiarte el auto si no arreglas primero el que tenes.

Sin lugar a dudas seguís no solamente en el mismo auto, sino que encima con las mismas fallas. ¡Dale un respiro al bólido papá!

15- No te vas a gastar 20 lucas en arreglar el auto y dejarlo listo para la venta.

Claro que no, ahora te vas a tener que gastar 40 en poderlo usar un año más.

16- No vas a dejar las drogas.

¿Dejar las drogas? ¿Eso con qué se come? ¿Porqué mierda te propusiste esta bosta en 2018?

17- Mucho menos el cigarrillo.

Con la moda de los puchos armados es un bagallo dejar de fumar.

18- No vas a comer menos el 24 y el 31 del año que viene.

No. Incluso duplicaste la ingesta de comida y alcohol… a falta de cuetes, el menú mejoró considerablemente.

19- No te van a dejar de gustar los fuegos artificiales.

No, pero le hincaste al diente de lo lindo y aplaudiste en silencio a ese vecino revolucionario que se la jugó con unas cañitas voladoras.

20- No vas a dejar de usar un poco el celular priorizando el contacto real con la gente.

Para nada, incluso te bajaste una app que te buchonea cuánto tiempo estás con el aparatejo en la mano.

21- No te vas a sentar a escribir el libro que pensas.

Si lo tenías en mente y se te pasó todo el año, descartalo porque ni a vos te convence.

22- No la vas a perdonar.

Si seguís recordándolo/a, olvidate… no lo/la vas a perdonar.

23- No te va a perdonar.

Si seguís solo, sin noticias de ella/él. En 2019 tampoco te va a perdonar.

24- Mágicamente tus compañeros de laburo no te van a caer bien.

Agradecé que tenes laburo.

25- No vas a meter todos esos goles.

Boca tampoco.

26- No vas a aprender a cocinar.

Ya llevas años prometiendo esto… aprendé por lo menso a hacer unas salchichas y unas milangas.

27- No vas a madrugar todos los días.

¿En serio alguien se propuso esto alguna vez?

28- No vas a llegar a Rusia.

Este año no vas a comenzar a ahorrar para ir a Dubái.

29- Tu club no va a ascender ni cagando.

Definitivamente no ascendió. Este año tampoco.

30- Vas a seguir escuchando chotos decir “y eiiiia” cada dos por tres.

2019 también… además lo ves en remeras y calcos en vehículos de poca monta.

31- No vas a dejar de comer carne.

Aunque con el precio que tiene… seguro tuviste que aflojarle.

32- No le vas a tirar los filos a esa mina que te vuelve loco.

Si no lo hiciste durante todo el 2018, resignate y buscate una más posible.

33- No te vas a juntar con tus ex compañeros de la primaria.

Sumale un año más a los 20 que hace que nos los ves y restale uno al de las promesas de asados inconclusos.

34- No vas a pagar tus deudas con los bancos, o afip, o rentas.

Incluso estás más endeudado que el año anterior.

35- No vas a tener la tarjeta de crédito “limpia”.

Incuso te sacaste dos más y las explotaste el cybermonday o el blackfriday.

36- No vas a poder ser reflexivo y tolerante.

Mucho menos con todo lo que pasó durante 2018 que no hizo más que profundizar la grieta bárbara que divide a los argentinos.

37- Tu psicólogo no va a terminar con vos este año.

Ni el año que viene.

38- No la vas a poner dos veces por semana con tu pareja.

Tratá de echarte uno por semana por lo menos.

39- No vas a vivir “cada día con intensidad, como si fuese el último”.

¿Acaso te acordás que hiciste hace dos martes atrás?

40- No vas a dejar de leer esta mierda llamada Mendolotudo.

Y no… porque tampoco tenes otro lugar donde ir.


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Revelamos el oscuro secreto que se esconde detrás de Charly García

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Carlos Alberto García Moreno fue internado el 9 de Junio de 2008 en Mendoza, luego de una maratónica jornada de excesos que lo llevó a provocar destrozos en un hotel en Mendoza y pelearse con uno de sus colaboradores.

El astro del rock estaba en medio de la gira “Demasiado Ego”. Después de un show caótico canalizó su furia contra las instalaciones del hotel Solaz de los Andes, ubicado en la calle Brasil 308 de la ciudad de Mendoza.

La noticia hizo eco en todo el país, días después le dieron el alta y García continuó su gira por San Juan, presentando un show en  las mismas paupérrimas condiciones. Finalmente desapareció de la escena local. Las noticias decían había sido internado en una clínica de rehabilitación, donde pasaría el resto del año hasta nuevo aviso. Palito Ortega se haría cargo de él y comunicaría informes y estado del músico.

Pasó el tiempo, el músico se recuperó y hoy está vivo y rozagante dando recitales… siempre de la mano de Palito. Eso es lo que todos saben… pero hay una verdad escondida, un secreto extremadamente bien guardado… hasta hoy.

Corría la tarde del 2 de enero, abrasado por el calor del sol mendocino, cuando me llegó un mensaje privado a mi perfil de Facebook. “Tengo que hablar urgente con vos” rezaba el texto. Perfil sin foto, nombre extraño, me di cuenta que era “fake” al instante. Suponiendo que era alguien que quería aprovecharse de mi buena voluntad, procedí a preguntarle cautelosamente qué quería. “Charly García está muerto” me respondió… yo me quedé helado.

Inmediatamente googleé la noticia… no salía nada, absolutamente nada. Infobae, Clarín, Los Andes… nadie decía nada. “¿Cómo que está muerto?, ¿qué le pasó?, ¿quién sos?” bombardee a preguntas. “Dame un teléfono que te llamo” me dijo. Creyendo que era una broma de mal gusto o un preso que quería abusarse de mi confianza, le pasé el teléfono de la oficina. Inmediatamente comenzó a sonar… “número privado”. Atendí… era la voz de una mujer. Lo primero que me pidió es que le jurase no avisarle a nadie de lo que me iba a contar, que no me daría su nombre, pero que no llamase ni a los medios ni a la policía. Asentí.

– El corazón del músico no soportó la exorbitante dosis de cocaína y whisky ingeridas durante un lapso ininterrumpido de 72 horas – contó Adela por teléfono. Ella es enfermera, en ese tiempo trabajaba para una clínica privada donde fue llevado el músico aquel fatídico 9 de junio de 2008 – Llegó muy, muy mal a la clínica y no lo pudimos mantener, luego de unas horas de luchar por su vida colapsó y no lo pudimos revivir – prosiguió. Yo no podía creer que tamaña noticia no hubiese salido a la luz, en cuanto traté de preguntarle me interrumpió y me pidió que la dejase hablar, que estaba muy nerviosa. Continuó con su fascinante relato.

– A las 4:23am del día 10 de junio de 2008 Charly García dejó de existir, minutos después apareció Daniel, el director de la clínica, con el rostro desencajado. Era extraño que estuviese a esa hora ahí, pero supusimos que estaba por la importancia del paciente. “No puede salir nadie de la clínica, denme sus teléfonos celulares” ordenó serio e inmutable mientras extendía la mano para que le diésemos nuestros aparatos móviles – Adela hablaba pausado, como temiendo ser descubierta, yo intentaba ir anotando todo lo que ella me decía, pero la ansiedad me impedía escribir algo coherente.

– Una vez que tuvo el de las doce personas que estábamos ahí (entre enfermeros, doctores y administrativos), – prosiguió – los colocó en una caja de cartón y envolvió la misma en papel aluminio. “Está terminantemente prohibido que informen lo sucedido, he recibido un llamado urgente desde Buenos Aires, nos tenemos que quedar acá. No entiendo muy bien que ha pasado, pero me dijeron que de abrir la boca, la vida de todos nosotros está en peligro. Por favor aguardemos acá”.

– ¿Cómo que la vida de ustedes estaba en peligro? – pregunté desorbitado…

– Si no entendes vos, imaginate nosotros. Estábamos paralizados, a Daniel se le notaba el miedo en todo su semblante – respondió Adela y continuó – Antes de las 6 de la mañana ingresó una camioneta negra, de vidrios oscuros, esas cerradas y enormes. Creo que era una Ford. Se bajaron varios hombres con trajes químicos amarillos y muchas herramientas de acero inoxidable y aluminio.

– ¿Pero eran médicos? no entiendo…

– Médicos científicos, lo supe después, en ese momento sólo se me venía a la mente Walter White en Breaking Bad – comparó Adela – Llevo cuarenta años de enfermería y jamás vi ese tipo de instrumental. Era increíble. Entre los hombres apareció uno de traje negro, lentes oscuros, completamente formal. Era Palito Ortega…

En ese momento estaba seguro de ser parte de una broma, para mi Palito Ortega era un músico mediocre que cantaba “despeinada”, se me hacía surrealista su aparición ahí… – ¿Palito? ¿Palito Ortega? ¿Palito? ¿El que canta despeinada ha ha ha ha? – le pregunté a Adela tarareando la canción.

– Él mismo… Ramón “Palito” Ortega. Pero no como vos lo conoces, con esa cara de payaso ridículo, sacando la lengua cada tres palabras, sino con un porte imponente, serio, formal, enorme. Daba miedo su rostro filoso y su mirada reptiliana.

– ¿Y ahí todos se cagaron de risa? – agregué un comentario estúpido y sin sentido, sin poderme imaginar a Palito como un villano o antihéroe.

– No Martín… te digo que no era el “Palito” pelotudo que todos ven. Incluso nadie le decía “Palito”, sino que todos lo llamaban por su nombre. Con un handy dijo unas palabras y escuchamos la frenada de otra camioneta de similares características. Pero de esta bajaron ocho hombres vestidos con uniformes como de SWATT, y con armas de un calibre enorme.

– ¿Militares? – pregunté incrédulo, mientras de los nervios, me mecía de un lado a otro en mi silla giratoria.

– No… muchísimo más equipados. Días después, googleando, encontré que llevaba fusiles de asalto Heckler & Koch G36 alemanes, armas de elite, solo para grupos comando especiales.

– ¿Y qué hicieron? – quise saber de inmediato. La ansiedad me impidió continuar sentado.

– Se apostaron en la puerta y en todos los pasillos, ordenaron que nadie saliera de las habitaciones, ni pacientes internados, ni los parientes que los cuidaban. Todo de una manera violenta y marcial. Cuando el perímetro estuvo cubierto, Ramón recibió el aviso y con el handy volvió a hacer un llamado.

– ¿A quién le llamaba? – indagué mientras caminaba de un lado a otro de la oficina intentando imaginar la escena.

– Se comunicaba con el equipo – respondió pausada – Los tipos de los trajes químicos habían entubado a Charly por todos lados y lo habían subido a una camilla que ellos tenían, muy diferente a las nuestras. Entonces apareció un tercer vehículo, más parecido a una ambulancia, pero negro y blindado, de las mismas características que las Ford. Estacionó en la puerta, subieron a Charly y partió inmediatamente custodiado por el grupo de asalto. Cuando este grupo estaba saliendo a uno se le calló una pequeña máscara, la agarré y me la escondí bajo la chaqueta.

– ¿Y te vieron? – me quedé paralizado ante la pizarra de la oficina proyectando el enojo de Palito o un Swatt al ver que Adela se había querido hacer la pilla.

– No, gracias a Dios no – aseguró – Ramón nos dijo que nos iban a intervenir los teléfonos y que teníamos prohibido contar sobre la defunción o el estado de Charly, mucho menos del operativo que acabábamos de presenciar. “De todas maneras no se van a acordar de nada ja ja ja jaaa” dijo, y el “jajá” lo hizo sonar como el estribillo de la canción “La felicidad”.

Imaginé esa escena maquiavélica. Entonces la duda me carcomía… no pude evitar interrumpir nuevamente a Adela – ¿Pero cómo nadie dijo nunca nada hasta ahora y vos te acordas de todo?

– ¿Me vas a dejar terminar la puta madre? – me retó inquieta.

– Perdón, si seguí, perdón – respondí. No podía ser cierto todo lo que estaba escuchando, casi once años habían pasado de aquel episodio.

– Ramón levantó la mano y los químicos sacaron de sus mochilas una especie de cilindro enorme, como de cartón, y lo arrojaron por los pasillos y las salas. Palito sacó de su bolsillo una máscara igual que la que yo tenía y bajó su mano – dijo por el teléfono Adela y yo pude presentir que ella actuaba la escena – entonces estos tipos apretaron unos dispositivos y de los cilindros comenzó a salir humo, mucho, muy denso.

– ¿Humo? ¿Fuego? ¿Quemaron la clínica? – dije atolondrado, imaginando un “que parezca un accidente” de la mafia.

– No, fuego no, una especie de gas somnífero. Entre la humareda desaparecieron todos, mientras mis compañeros y yo tosíamos y nos caíamos al piso. Segundos antes de perder el conocimiento, cuando estuve segura de que se habían ido los intrusos, saqué la máscara y me la coloqué…

– ¿Y no te vieron?

– No… aguanté la respiración y esperé que se fueran para ponérmela. Cuando logré disipar la niebla vi que todos mis compañeros estaban en el piso y que no había rastros de nada… ni siquiera de los cilindros esos… se habían desintegrado con el mismo gas.

– Ahí llamaste a la policía – aseguré, pensando en lo que quizás yo haría. El sudor me había mojado las sienes y tenía la mano aceitosa de apretar el celular.

– No, le hice caso a Ramón. Me quedé en la recepción de la clínica, intentando destrabar la puerta de entrada. De a poco comenzaron a despertar mis compañeros… no recordaban nada de lo que había pasado. Ni siquiera que Charly había ingresado a la clínica. Por prudencia y miedo, decidí quedarme callada.

El relato de Adela era tremendo, mientras me contaba esto su voz temblaba y se entrecortaba. Me comentó que la historia seguía, pero que no me podía contar más nada por teléfono. Necesitaba más datos, no sabía qué quería de mí o El Mendo, pero no me podía quedar con tan poca información. Según ella, la llamada podría ser rastreada, así que me dijo que por Facebook me pasaría las coordenadas cifradas de una reunión, luego eliminaría todo y me cortó en seco. Este fue el mensaje…

“Hez negada entre jornadas de reposo azul y un sol alegre”

Eso fue todo… estaba desesperado, no entendía absolutamente nada del mensaje. Adela había borrado el perfil de Facebook, en la clínica nadie sabía de ninguna enfermera con su nombre e Internet no me arrojaba ningún resultado. La maldita frase me carcomía la cabeza, la había anotado en las pizarras de las oficinas del Mendo, traducido a mil idiomas, dada vuelta, armada en acrósticos, acrónimos, versos, números… nada. No tenía lógica.

Entonces me di cuenta de eso… quizás que no había lógica para resolverla, sino algo más elemental. Seccioné la frase en partes… la hez hacía referencia a las heces, a la materia fecal… a la CACA. Negada era una negación… NO. Un torrente de electricidad me recorrió todo el cuerpo… ¡como fanático de Charly debería haberlo sabido al instante! Estaba haciendo alusión al “templo” de Charly en Mendoza… “¡El Cacano!”. Sin dudas la cita tenía tintes de cuestiones relacionadas a García. Desempolvé toda la discografía y escuché tema por tema, quizás en la música estaba la respuesta.

Jornadas debía hacer referencia temporal a algo… meses, semanas, días. Día de reposo… el “día de reposo” es en hebreo el “sábado”. Ahí nomás me di cuenta de que un sol hacía referencia al domingo, día dedicado a la divinidad pagana denominada Sol Invictus, según los romanos. Un sábado azul y un domingo… ¿alegre? Me sonaba de algún lado… ¡un sábado azul y un domingo sin tristezas! ¡Era viernes 3am, la legendaria canción de Serú Girán!

La cita era en Cacano el viernes a las 3 de la mañana ¡Pero claro que sí! Un lugar escondido en el medio de Chacras de Coria, clausurado, tan apegado a la historia de Charly en Mendoza… ¡qué genialidad la de Adela!

Ese viernes llegué a la plaza de Chacras, mi auto era el único parado ahí, donde antes había cola para entrar y tenías que estacionar a kilómetros. En la vereda no había un alma… todo estaba callado, lúgubre, color ámbar, tranquilo. Me paré en la puerta del lugar y esta se abrió lentamente, dejando ver la oscuridad interior. “Pasa Martín” se escuchó desde adentro. Apenas ingresé se cerró de un portazo y una llave la aseguró. Mis pupilas se dilataron y comencé a tantear con las manos algo, una persona o cualquier cosa para sostenerme. Los nervios me atacaron y comencé a sentir mi corazón palpitar a mil. “¿Adela? ¿Hay alguien acá?, ¿Don Cacano?” pregunté… el silencio sepulcral me estaba destrozando. Me volví contra la puerta, tomé el picaporte e intenté abrir… era demasiado tarde.

Acercate” escuché al tiempo que una luz del techo iluminaba una única mesa ubicada en el medio del salón. El Cacano estaba exactamente igual a antaño, solo que abandonado y sucio. Lleno de telarañas, polvillo y mugre. En el piso aún había rastros de chicles pegados, tapitas de cerveza y manchones de líquidos varios. En la mesa había una persona con capucha. La luz le caía de arriba, así que no podía divisar sus rasgos, pero por la voz supuse que era una mujer. Sin dudas debía ser Adela. En la mesa había una botella, un habano y un dispositivo rectangular, parecido a un celular.

Efectivamente era ella. Me invitó a sentar, nos saludamos de palabra, me sirvió un whisky, me convidó un habano y pulsó el dispositivo que comenzó a grabar la conversación. Me habló en silencio, sin prisas pero sin pausa… así continuó la historia…

– Comencé a investigar sobre lo sucedido en Internet, pero no había nada al respecto. Le escribí a Walter Gazzo pero me dijo que Charly estaba en rehabilitación en la clínica Avril y que él mantenía línea directa con el staff de Palito, que lo que le decía yo era un disparate. Nadie me creyó.

– ¿En ese momento no pensaste en hacer una denuncia o algún medio?

– Lo único que tenía era miedo, ¿qué le iba a decir a la policía o a un periodista? – respondió con razón y prosiguió – El martes 21 de octubre de 2008 salió a la luz la noticia de que Charly había recibido la autorización para abandonar la clínica  y continuar con su tratamiento en un lugar privado… justamente la quinta de Ramón “Palito” Ortega.

– ¡Que hijo de puta! Si… recuerdo esa noticia, incluso hasta el día de hoy lo acompaña a todos lados – agregué mientras intentaba divisar algún rasgo de Adela tras las sombras, lo que me resultaba imposible.

– A todos lados – certificó Adela – En ese momento me quedé helada. Inmediatamente renuncié a mi trabajo, tomé el dinero que tenía a mano y me fui a vivir a Luján en Buenos Aires. Tenía que intentar infiltrarme en esa quinta.

– ¿En serio? – dije sorprendido.

– ¿Vos te crees que me iba a quedar toda la vida con la duda? – respondió la enfermera – Tocando algunos contactos de antiguas amistades políticas, logré hacerle llegar mi CV a Fernando Szereszevsky, ex manager de Charly. Lógicamente eliminé mi parte de experiencia laboral en aquella clínica, suplantándola por conocimientos sobre medicina biomolecular y fabricación de cócteles antiage para mantener y fortalecer tejidos y órganos. Fernando me creyó y a la semana estaba trabajando en la quinta de Palito.

– ¿Porqué pusiste eso?

– Intuición, quizás… y además porque se estaba poniendo de moda entre personajes allegados a Palito, como Moria Casán o Cacho Castaña, así que le agregué eso y creo que fue mi llave de acceso.

Yo escuchaba atónito todo lo que me contaba Adela, tenía la voz de una mujer madura y aunque temblaba al hablar sus palabras sonaban firmes y certeras. No pude evitar preguntarle por la muerte de Charly, episodio que aún no entendía.

– Bien… tardé varios años en desenmarañar toda esta trama, no viene al caso que te cuente los pormenores de cómo me fui ganando la confianza primero de Szereszevsky y luego de un doctor al que todos llamaban “Doc”, pero nunca por su nombre y apellido. Este sujeto era la mano derecha de Palito, entonces logré llegar a su círculo íntimo y ahí me enteré de todo…

– ¿Qué le pasaba a Charly? – quise ir al grano, ya desesperado de tanta intriga.

– Efectivamente el 10 de Junio del 2008 Charly, tal como lo conocíamos, había dejado de existir. Lo que veía en ese momento (y lo que vemos ahora, lógicamente), es un prototipo llamado BioExoMachine, inventado por el propio Palito y financiado por Bárbara Mark, cuarta esposa de Frank Sinatra y heredera de parte de su fortuna.

– ¿Bio qué? ¿qué mierda es eso? – no podía creer lo que estaba escuchando.

– BioExoMachine. El BioExoMachine es el sucesor del BioIndoMachine y se trata de un robot de tecnología de avanzada que hace las veces de parásito de un humano y adquiere sus características, procesa toda su vida e información y logra generar contenido y pensamientos similares al humano “huésped”. La diferencia es que estos robots no son totalmente artificiales, sino que necesitan del cuerpo real de la persona.

– No son clones – supuse con acertada razón.

– No, no es un clon. El primer prototipo de la serie, el BioIndoMachine, se le instaló a Mirtha Legrand, cuando la diva falleció, el 9 de diciembre de 1987.

– ¿Cómo que falleció? – pregunté sorprendido… era demasiada información para tan poco tiempo, suerte que el grabador de Adela estaba registrando todo. Maldije mi inocencia al no llevar uno mío.

– Si, falleció a los 60 años. Lógicamente casi nadie se enteró.

– Salvo Palito – dije comenzando a entender la maraña en la que estaba metida Adela y ahora yo.

– Exacto – y siguió – El robot funciona a la perfección, solo que carece de movimiento corporal absoluto. Únicamente se puede mover de la cintura para arriba y debe estar conectado a una poderosa fuente de energía e información situada en la parte inferior del aparato. Además necesita alimentación eléctrica casi de manera permanente y no puede estar activo más de dos horas por día.

– Pero… ¡pero Mirtha sale todos los días en la tele! – reclamé intuyendo algo raro.

– El BioIndoMachine injerto en Mirtha es encendido en cada almuerzo de la diva y apagado cuando se retiran todos los invitados. Luego le cambian la vestimenta y el maquillaje y la dejan cargando toda la noche para, al otro día, volver a presenciar una “Mesaza”. Por si solo puede procesar datos, generar conversaciones y sacar conclusiones tal como la mismísima Mirtha. Mantiene sus rasgos y apariencia perfecta ya que utiliza el mismo cuerpo del humano en cuestión. Por supuesto que todo esto fue aprobado por la Legrand, quién tenía un cáncer terminal.

– Vieja pilla…

– Deseo de inmortalidad, creo que es eso.

– Increíble que Palito esté detrás de todo esto… – comenté sin poder quitarme la imagen del cantante absurdo.

– Vos lo ves a Palito así como un boludo, pero en realidad es un científico sin precedentes, tiene una mente avanzada y un coeficiente mayor que el de Einstein. Ese disfraz de ridículo le sirve a la perfección para su plan maestro. Bárbara Mark financia el proyecto porque mantienen a Frank Sinatra crionizado, esperando con ansias el momento que Palito descubra cómo insertar la tecnología BioMachine en cuerpos fallecidos con más de 24hs.

– Claro… por eso la urgencia en secuestrar a Charly recientemente fallecido – caí en la cuenta.

– Si. El BioExoMachine es el último avance en su investigación, ya que logró que el sistema se maneje por sus propios medios, camine y se mueva, aunque aún de manera rústica y con escasa agilidad. Tiene defectos que van arreglando sobre la marcha, la motricidad es todo un tema, ¿viste que Charly está tieso y parece de piedra?

– Si, no es el mismo, parece un supuesto, una hipótesis.

– Bueno… eso lo tiene sin dormir a Ramón y el equipo. Otro tema es la hinchazón, el sistema genera colágeno para mantener los tejidos vivos, pero no puede dosificar la medida por autogestión, entonces el cuerpo se abotona y tiene que ser drenado cada ciertos días, el problema no es que se vea “gordito”, sino que dificulta la gesticulación, por eso cuando habla o parpadea parece, justamente, un robot.

– Ahora me cierran muchas cosas…

– Lo que no han podido lograr es modificar la conducta real del humano, por eso Mirtha sigue comunicando conceptos fascistas y derechosos, aún en una época de rating progre y pañuelitos verdes y Charly no puede dejar de tomar merca y whisky. Le han tenido que poner conductos de zafiro en la nariz y tienen una cocina de cocaína en la quinta, porque el presupuesto de lo que se toma es infinito.

Seguía atónito ante tamaña confesión… esta era la noticia de mi vida, pero no lograba entender lo que estaba pasando… entonces hice mis últimas preguntas, punzantes y certeras – ¿Qué haces acá? y ¿porqué me contas esto a mí?

– Necesitaban una persona de confianza para probar el último prototipo, el BioSupraMachine, el final del proyecto, el que podría revivir a Sinatra o Disney. Éste debía ser testeado en alguien muerto con más de 24hs… sin preguntarme decidieron que fuese yo.

– ¡Qué hijos de puta!

– Logré escaparme de la quinta a tiempo y he pasado a la clandestinidad. Palito tiene comprados todos los medios de comunicación, vos tenes un sitio pinche que no lo lee nadie, por ende ellos no saben de vos. Pero yo se que te morís de ganas de que lo lea todo el mundo y sin dudas tenes las vías para que esta noticia se haga viral. Me di cuenta cuando te pasó eso de la multa que hasta saliste en vivo con Lalo Mir – Adela sabía mucho sobre mí y eso me daba vergüenza – Antes de escaparme de la quinta me robé los planos de los tres prototipos, están enviados a siete puntos diferentes del globo a personas de mi entera confianza que los van a publicar cuando les ordene o si me pasa algo. Hablo todos los días con ellos, el día que no hable, sale todo a la luz.

– ¿Y yo que tengo que ver? – quise saber.

– Vos vas a hacer viral mi información, Palito la va a leer y me va a tener que depositar diez millones de dólares en la cuenta que él sabe, sino quiere que haga público los planos. ¿Qué es esto? – Dijo Adela. Su pregunta me agarró por sorpresa. Me quedé un segundo mirando lo que acababa de sacar de abajo de su falda. Era un cilindro de cartón…  – ¡¿Qué es esto?! – me gritó…

– ¿Es el aparato que tiró el humo en el hospital y que adormeció a todos? – alcancé a intuir…

Esas fueron las últimas palabras grabadas en el dispositivo. Desperté el viernes al medio día sentado en mi auto, no recordaba nada, no sabía qué hacía ahí. Entre las piernas tenía un sobre que decía “Para Martín”, dentro estaba el grabador rectangular con toda la charla registrada. Mareado y confundido, no recordaba absolutamente nada hasta que le di play.


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Mi primera paja

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Debo haber tenido alrededor de once o doce años, así sin darme cuenta me percaté que jugar con mis compañeras de la escuela era bastante más divertido que antes, que me generaba ciertas cosquillitas en la panza, que me ponía colorado y no solo del chivo de correr en “la mancha” para tocarle el pelo a la María Laura, el hombro a la Cintia o, quién dice, sin querer, la cintura a la Marcela. Había algo más.

Un día la Rosita se me sentó en mi falda. Era algo que hacía a menudo. Yo era un gordo ñoño, con lentes, aparatos móviles y el pelo peinado hacia el costado. Pero muy gracioso y charlatán. Cuando arrancaba a contar chistes o anécdotas, varios me prestaban el oído y la Rosi se me acercaba porque era la que más se reía con mis elocuencias. Nunca la había visto más que como una compañera, de la que era muy amigo. Pero aquella vez no pude terminar el relato. En cuanto se sentó sobre mí y me abrazó por el cuello, inmediatamente pasé mi brazo por su cintura y algo me impidió seguir de juglar. Un calor interesante me sumió en una dulce zozobra. Una esquizoide lombriz comenzó a bucear por entre mis calzoncillos de Spiderman y a generar una reconfortante incomodidad entre mis piernas. Como el impulso del animal hacia lo desconocido, quité de inmediato la presencia de la Rosita sobre mi falda y cambié rotundamente de tema, como para disimular.

Durante toda la mañana no me pude olvidar de la sensación de la cintura de mi compañera en mis manos. De solo pensar, nuevamente la lombriz se alocaba en mi entrepierna. No estaba enamorado de la Rosita, ella gustaba del Darío Pérez, mi mejor amigo. Pero me había percatado que ahora las chicas me generaban cosas. Llegué a mi casa y sin dejar de pensar en la Rosi me fui al baño, me bajé los pantalones y ahí vi el motivo de la incómoda situación… el asunto estaba erecto y no tenía ganas de hacer pichí. No sabía qué hacer, le puse llave al baño, si mi mamá me veía me moría de la vergüenza.

Toqué un rato el cosito y me generó más placer aún. Pero no sabía qué hacer para que se bajase. Mi papá, conserva y de derecha, no nos había hablado de sexo aún. Así que, como lo sentí calentito, me senté en el bidé, abrí el agua fría, me puse a pensar en comida y esperé hasta que todo volviera a la normalidad. Salí del baño y el almuerzo de panchos con coca me ayudó a olvidarme del asunto. Luego de la siesta me puse a jugar al Mario y por la noche ya no recordaba nada del fatídico episodio.

Días más tarde, en el medio de un recreo, estábamos varios sentados en el patio mientras la María Laura (esa me encantaba) le empezó a hacer masajes a la Marina. Hablábamos de cualquier cosa y ella le contaba que la hermana más grande, que estudiaba kinesiología, le había enseñado a descontracturar la espalda. De pronto me vi absorto entre los dedos de mi amada… cómo sus caricias pulgares se esparcían en los omóplatos de la Marina. “Me encanta” dijo la masajeada y, casi sin pensar, se me escapó un “¿me haces a mí?”. Increíblemente la María Laura se dispuso a hacerme masajes. En el instante que me tocó la nuca, volvieron todos los infiernos. Me sumergí en un mar de placer prohibido e imágenes paganas. No sabía bien cómo ni porque, pero quería meterle el dedo en la boca, morderle la nuca, peinarla, no se… cosas. Cosas raras, cosas nuevas. Iba de jean, sino hubiese muerto ahí mismo… ya que la lombricita nuevamente quería salir del calzoncillo, esta vez, de Batman.

Tenía que hablar con el Iván. El Iván tenía un hermano más grande y andaba todo el día con llaveros porno y almanaques de minas en tetas. Si mi mamá se enteraba de que andaba mirando esas cosas, me mataba, así que casi que ni me juntaba con él. Pero una intuición evidente me decía que aquel atolondrado morocho sabría darme la solución.

—Tenés que hacerte la paja —me dijo de una.

—¿La qué? —le pregunté a punto de reírme por lo extraño de la frase… inmediatamente pensé que era un chiste alusivo a la imposibilidad de encontrarle solución.

—La paja, pelotudo… ¿no te has hecho la paja? —y los ojos del Iván comenzaron a abrirse enormes mientras una sonrisa de diablo le arrancó a virar la boca para reírse.

–Sí pelotudo… ¿cómo no voy a hacer la paja? —intenté zafar mientras el tontolón no terminaba de procesar la veracidad de mi dicho. Me tenía estima intelectual, por ende el error técnico de la frase pasó desapercibido.

—¿A ver cómo se hace? —apostó fuerte el mala leche, al tiempo que una tormenta de nervios me hacía un nudo en la garganta. Estaba acostumbrado a que me carguen por gordo, por ñoño, por nerd, por usar aparatos o lentes, pero si la María Laura se enteraba de este tema, era mi muerte.

—Te hacés para adelante y para atrás el cuerito del pito hasta que te hace cosquillas todo el cuerpo —saltó desde atrás como un campeón el Darío, mi hermano, mi amigo del alma, el salvador…

—Claro, obvio —dije como un estúpido para aseverar el dicho de mi amigo que había acudido a mi salvación.

—¿Vamos a hacernos la paja al baño? —volvió a arremeter el Iván y nuevamente el terror me invadió.

Titubeamos un segundo y sonó el timbre… se había acabado el recreo. Salvados por la campana. El Iván al instante salió corriendo hacia el curso (le tenían prohibido demorarse más de un minuto, todas las seños conocían su condición de onanista impúdico y oportunista) —No te has hecho nunca la paja, ¿cierto? —me preguntó el Darío con sabiduría de un hombre milenario.

—No… ¿Qué mierda es eso? —respondí medio avergonzado.

—Vamos que ya te cuento —me dijo mientras me agarraba fuerte del cuello y me llevaba hacia el grado entre risas cómplices.

Me explicó todo con lujo de detalles, desde la cuestión autómata, hasta el asunto de parejas y la fabricación de bebés. Las palabras “leche”, “adentro”, “embarazo”, me sonaron soeces y confusas, pero preferí no pensar demasiado en el asunto.

Aquella mismísima noche esperé a que todos se duerman y procedí a recordar los masajes de la María Laura. El asunto cobró vuelo y se agrandó al mínimo indispensable. Entonces comencé el lustrado, tal cual me lo había explicado mi amigo. Así fue que irrumpí en un paraíso desconocido, una tierra maravillosa, un mundo nuevo absolutamente mío, un carnaval de sensaciones, explosiones, sabores y cosquillas, completamente gratis, personal, prohibido… fue un momento apoteótico, toqué el cielo con las manos, logré encausar tanta tensión, tanta represión y en un instante fugaz, los petardos me explotaron en la mano. A diferencia de lo que me había dicho el Darío, esta “primera vez” si trajo consigo la expulsión de algo… algo viscoso, como el agüita de arroz. Me mojó un poco los incipientes bellos que crecían por ahí. Me quedé tiesto, con la mano aún en el calor y los ojos abiertos de par en par… “¿se habrá escuchado algo”?, pensaba sin siquiera respirar.

No… no se había escuchado nada. De los nervios esperé un tiempo. Hasta que se secaron aquellas gotitas pegajosas. Entonces recapacité sobre lo que acababa de pasar… ¡fue la mismísima gloria! De pronto la Rosita se me vino a la cabeza, con esas rodillas, con ese pelo… el recuerdo de la cintura. De pronto la avioneta volvió a retomar vuelo. Y si la primera vez nadie me había escuchado, esta segunda sin dudas que pasaría desapercibida. Nuevamente me sumergí en el fulgor de las instantáneas y el roce de la piel, nuevamente me adentré en los laberintos del placer, por segunda ocasión en la noche las mariposas fueron liberadas en un torrente de pasión… pero esta vez pasó algo… pasó otra cosa, me anticipé al líquido inoportuno.

Haciendo una esfuerzo extraño, similar al de aguantar el pis, cuando todo estaba por explotar aguanté y nada salió. Sentí el cosquilleo inusitado, pero logré mantener el líquido. Primero me sentí algo incómodo, no me había gustado la retención tanto como la expulsión, pero lo que sucedió después fue realmente el problema. Como una visión del futuro, se me vino a la mente la clase magistral del Darío… “con la leche que te salta, si se la hechas adentro de una mina, nace un bebe”

Razoné… la primera vez había saltado… la segunda, sin saber, quedó adentro mío, el terror se apoderó de mí, miedo absoluto, quedé paralizado inmóvil en la cama… estaba… o quizás… no… no no no, espanto, me vi inmerso en un ataque de pánico total, masivo… estaba… estaba… ¡estaba embarazado! Los nervios me anudaron la garganta, el calor me abrasó entero, de una patada me destapé por completo y salí corriendo al baño. ¡Por el amor de Dios estaba embarazado de mi mismo! ¡Iba a tener un bebé! ¡Era hombre e iba a tener un bebé qué vergüenza! Me saqué toda la ropa y llené la bañera de agua, me metí dentro y me bañé. Mi viejo se levantó y golpeó la puerta, era raro que me bañase a esa hora. Le dije que me había olvidado de ducharme y que tenía calor… me creyó. Adentro no pude evitar las lágrimas y el asco, me miraba el sexo y lo maldecía, a él y a mi suerte. Ahora iba a ser la burla de todo el mundo… un gordo ñoño embarazado de un bebé. ¡Porqué me pasaba estas cosas a mí la madre que lo parió!

Esa noche no pude dormir, lloré toda la noche, pensé en escapar con mi bebé a otro país, donde quizás existían hombres mujeres u hombres señoras con hijos, un lugar donde a nadie le importe. Sabía que en Buenos Aires todos usaban arito y pelo largo, quizás si me iba a ese país podía tener a mi hijo y dejárselo a alguien. La madrugada me encontró envuelto en lágrimas, en estado de shock. Fue imposible que mi viejo no se diera cuenta. Se acercó a mi cama, me hice el dormido…

—Martín… ¿qué pasó? —me dijo con voz de madrugada mientras yo hacía fuerza para cerrar los ojos —Dale, no te hagas el dormido que no te sale… contame. —Yo seguía callado, pero le hice una negativa con la cabeza, entonces me hizo una caricia y fue peor, eso desató el nudo y las lágrimas brotaron a borbotones, —Vení, vamos los dos al patio y me contás así no se despierta nadie.

Ahí le tuve que contar todo con lujo de detalles, cuando llegué a la parte del embarazo fue tal la carcajada de mi viejo, que intuí que había algo en lo que me estaba equivocando. Él, pacientemente y a destiempo, procedió a darme una charla sexual que duró varios días más.

La puse recién como a los 20, pero bueno… ¡aún no he gestado ningún hijo en mi panza!


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La verdadera historia de Ricardo Mur

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Ricardo Mur es el periodista más famoso de la teve mendocina, casi una celebridad. Impuso su “tanda de madrugadores”, su bigote montonero y sus lentes de aumento como un sello personal del noticioso local. El estereotipo perfecto de informante de los noventa. Clásico, retro, vintage, una caféracer de la televisión.

En 2010 los mendocinos vivimos un suceso inusitado en la provincia… el astro de Canal 9 se iba a Canal 7. El pase aún hoy es criticado por mucha gente, que proyecta en el 7 a la oscura y nefasta aura de Daniel Vila, olvidando por completo la oscura y nefasta aura de Sigifredo Alonso en el 9.

La historia tuvo cientos de “dimes y diretes”, que “se fue por el dinero”, que “se fue por culpa de la envidia de Fernando Hidalgo”, periodista que estaba creciendo popularmente y quería ser el número uno del canal, que “se fue por celos de su esposa hacia Celia Astargo”, su inseparable compañera y un largo etcétera. Pero como toda historia popular, que se termina convirtiendo en mito, la verdadera razón jamás se supo… hasta hoy.

Aquel verano de 2010 había sido diferente a todos, la globalización nos mostraba como el “calentamiento” estaba derritiendo glaciares eternos y secando ríos y bosques. Mendoza no estaba exenta de “la calor”. La madrugada del jueves 7 de enero arrancó como nunca antes, con 29° apenas salió el sol. Hacia medio día la sensación térmica rondaba los 43°. Y ahí estaba Ricardo, de impecable traje crema frente a la pantalla de la tevé. Nadie percibió el malestar del conductor, ni siquiera sus compañeros de trabajo que tuvieron que maquillarlo en todos los cortes y proveerle más agua de lo común. Dicen que la única en notar la incomodidad de Ricardo, fue Celia Astargo, quién se ha negado a prestar declaración alguna.

A las 14 terminó el noticiero del medio día, Ricardo ingresó a su camarín y no salió nunca más… de la misma manera. A las 15:15 de ese día, el personal de seguridad del canal tuvo que derribar la puerta, ya que el periodista no había respondido a los llamados nerviosos de sus compañeros. Lo encontraron tendido en su sillón, sofocado de calor, víctima de un paro cardíaco. Ese día había alguien más en el canal, alguien que cambiaría el curso de la historia del recientemente fallecido Mur.

Coco Gras conducía un programa que se llamaba “Vino con su historia”, el mismo se filmaba los jueves y se reproducía los sábados. Constaba de una entrevista a un famoso, regada por buenos tintos en copas llamativas. El invitado de la fecha era Ramón “Palito” Ortega, quién había recobrado cierta popularidad no por sus patéticas canciones, sino por cuidar “como un padre” a un maltrecho Charly García. El verdadero motivo de ese cuidado se los develé hace unas semanas cuando les conté que Charly estaba muerto.

El canal entró en revuelo apenas abrieron la puerta y le tomaron el pulso a Ricardo… nulo. Palito y Coco vieron las corridas y de inmediato se cortó la grabación. Gras preguntó qué pasaba y Ortega no evitó escuchar. El famoso más querido de la tele mendocina yacía muerto en su camarín… Palito no podía dejar pasar esta oportunidad única. Era momento de expandir hacia el interior del país su ambicioso proyecto.

Metió la mano en su bolsillo, sacó un interruptor negro, parecido a la alarma de un auto, lo pulsó y al instante se cortaron todas las conversaciones. Palito se puso de pié, en un segundo mutó su semblante de cantautor fracasado y se convirtió en un frívolo militar alemán, entonces ordenó en voz alta —¡Nadie haga nada!, no llamen a nadie, que nadie salga del canal o van a pagar las consecuencias. —Fue tal el tono de su voz, la seguridad de su mirada y la amenaza sin rodeos que todo el staff se quedó paralizado. —¿Dónde está Mur? —preguntó en el mismo tono.

Ingresó al camarín y tras de sí cerró la puerta. A los veinte minutos entraron al canal dos hombres extraños; uno vestido de inmaculado blanco y otro uniformado portando un Heckler & Koch G36 alemán. Ordenaron ver a Ortega de inmediato. El que parecía militar se quedó custodiando la puerta —El primero que intente salir lo quemo— dijo en una evidente conjugación de palabras alejada de la milicia. El de blanco fue hasta el camarín, golpeó en una especie de código y Palito le abrió la puerta a él solo.

Cerca de las 17 se abrió el camarín. En los pasillos estaba todo el personal de Canal 9, quien aplaudió rabioso la aparición de Mur caminando como si nada. Lo abrazaban y besaban como a un ídolo, “¡de la que te salvaste, Ricardo!” decían algunos, “¡que susto Ricky!” otros y un “¡Yo tengo fe en Palito, Viva!” los más festivos. Ortega ordenó que la noticia no saliese del canal y volvió a convertirse en el payaso de siempre, invitando varias rondas de “chevecha” a los empleados. Horas después nadie más volvería a recordar lo que pasó esa siesta. Pero un joven Marcelo Sisso, que pasaba horas y horas acomodando su pelo metalero para que pareciese corto frente a las cámaras, logró escuchar todo desde el camarín continuo a Mur. Fue tan fuerte todo lo que sucedió de después, que decidió abandonar las cámaras para siempre y dedicarse a la radio. La semana pasada se animó a develarme toda la historia.

El viernes 8 Ricardo no fue a trabajar, era de esperar. Lo que no era de esperar era ver su renuncia el lunes 11… nadie entendía nada. Mucho menos cuando a principios de marzo lo vieron sin bigote, sin lentes, con la cara abotonada rejuveneciéndolo unos diez años, conduciendo el Noticiero 7, la competencia, que le daba su triunfal bienvenida. Los motivos reales de dicho pase los van a leer dentro de un par de párrafos. “Sean felices” era su nuevo latiguillo, aunque nunca logró desprenderse de la “tanda de madrugadores”. De lo sucedido en Canal 9 jamás se habló, sus motivos de pase nunca fueron claros, lo que verdaderamente ocurrió es por obra y gracia de Ramón “Palito” Ortega.

Mur en su “último” día tal como lo conocíamos.

NDA: Previo a seguir con el relato, te cuento querido lector, que de no haber leído la nota sobre Charly, no vas a poder entender nada de lo que sigue. Así que te recomiendo leerla (click acá). Si la has leído, podes seguir…

A Charly le habían instalado el BioExoMachine, recientemente fabricado por la compañía que dirigía Palito, pero el “huésped” tenía serios problemas de salud y una adicción terrible hacia todo tipo de drogas, por lo que el prototipo emitía cientos de fallas y desperfectos, no solamente por su versión de prueba, sino por los problemas del músico. Cuando Ramón se enteró de la defunción de Ricardo Mur; un hombre relativamente jovial, delgado, con el único vicio del Casino y el pucho, no dejó perder la oportunidad de testear en él la versión 2.0 del aparato.

Aquella misma noche cenó en lo de la familia Mur, les explicó lo sucedido y les hizo firmar el contrato de confidencialidad. Los sensores de Ricardo comenzaron a emitir problemas pulmonares. El BioExoMachine necesita bastante oxígeno para mantener refrigerados sus circuitos y el mostacho de Mur estaba impidiendo el ingreso pleno de aire por las fosas nasales. Se le practicó una depilación definitiva y le colocaron iris biónicos que le dieron una visión perfecta. Nunca más aquellos policíacos “culo de botella”,

La dosificación de colágeno para mantener los tejidos epidérmicos con vida le dio la jovialidad frugal con la que lo comenzamos a apreciar en el 7. “La primera vez que lo vi lo confundí con un muñeco” me comentó Ornella Ferrara. “Con los chicos del canal jodíamos con que era un clon de Ricardo Mur” me dijo Marcelo Ortíz.

Ortega se encargó de difuminar por distintos medios los motivos de la desvinculación del Canal 9. Incluso al día de hpy no existen fotos públicas de Mur en Canal 9 con bigote y lentes, como todos lo recuerdan. Amenazó con chantaje a Sigifredo Alonso para que no comente nada y pergenio su plan maestro: logró que Daniel Vila y José Luis Manzano financiaran el proyecto en Mendoza. La “fe” del músico le marcaba que era la segunda vez que el destino lo deparaba en la provincia, así que decidió apostar fuerte y crear una sede de BioMachine en las inmediaciones de San Isidro, colonia propiedad del mismísimo Vila. Este es el motivo por el cuál el periodista migró del 9 al 7. El robot tenía que estar cerca “del grupo”.

En San Isidro se duplicó la seguridad, se extendieron las murallas, se importaron de Rusia y Afganistán sistemas de control y vigilancia de última generación y se construyó bajo el lago de la estancia todo el centro operativo de BioMachine. El principal problema era el abastecimiento de agua, ya que se necesitan muchos litros para la criogenización del ADN y la producción de ácido hialurónico. De utilizar el que estaba a mano dejarían a todo el barrio La Favorita y Dalvian sin agua. El primero no les importaba, pero el segundo les traería catastróficas consecuencias económicas y sociales. Ingenieros hídricos de Suiza realizaron el proyecto “CSI” (cascada San Isidro), para desviar el agua de la famosa cascada y llevarla hasta los subsuelos de la estancia. Con algunos sobornos, presión política y amenazas, el mismo se logró concretar en Noviembre de 2016.

A Mur se lo siguió viendo en los shoppings y en algunos cafés céntricos, pero al día de hoy no logran que tolere la luz directa, padeciendo por completo cuando hay flashes fotográficos (por eso no ha salido en el proyecto 365 de Martín Orozco) o que no se cuelgue con cierta frecuencia (por eso muchas veces los vemos en la pantalla parado y distante, con pocas palabras que decir).

A partir del 2017 ha sido terrible la expansión de BioMachine en la provincia. Todos los millonarios quieren tener asegurado su lugar para el momento que logren terminar de probar el BioSupraMachine, el sistema que no solo es la evolución del BioExoMachine, permitiendo que el huésped recobre todas sus cualidades vitales de manera auto gestionada, sino que puede ser instalado en cuerpos con largos períodos de inactividad orgánica (muertos). El único problema que está quedando resolver sobre esta última tecnología, es el asunto de la revitalización dérmica y orgánica (por ello el motivo de tanta agua). En agosto de 2018 fue instalado en José Millán, fallecido en Marzo de 2018, y aún no logran recomponer por completo el cuerpo. “José está desesperado por volver a cambiarle el vencimiento de los productos de los Átomo, para recuperar la rentabilidad de antaño.” nos comenta un informante secreto, “Pero aún no puedo salir a la calle así como un zombie”, dicen que se queja.

Y hay un dato más, uno bastante importante. Hace algunos años, Palito necesitaba instalar la BioSupraMachine 1.0 en un joven influencer, para que mediante redes sociales disemine todo tipo de información social y política. No debía ser político de fuste, más bien profesional, preferentemente ingeniero y tener buena experiencia y reconocimiento en la industria del vino en Mendoza. Por esos azares de la vida, este joven ingeniero sufrió un accidente mortal en México, en plenas vacaciones. Y ahí estaba Palito, para regresarlo sano y salvo a la provincia… más activo que nunca, financiado por una fuente inagotable de dinero que le permite incursionar en cuanto proyecto se le ocurra, con el único fin de darle rienda suelta al prototipo BioSupraMachine 1.0 y terminar el plan maestro.

Muy pronto llega la historia del Ingeniero Mario Japáz…


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La posesión del Bráyatan Maciel

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—¡Padre Varistooooo’! ¡Ayuda por favor Padre Varisto’! — Entró la Nancy a los gritos en la Iglesia Evangelista del Nuevo Orden Mundial ubicada en la Villa Las Chapas.

—Evaristo, Nancy, me llamo Evaristo con “E” — remarcó el sacerdote mientras salía acomodándose la sotana alarmado por los grito.

—Padre Varisto’ — dijo el Romeo sin importarle mucho los comentarios del Cura — esto es una urgencia Padre, necesitamos de su ayuda urgente.

—Bueno, tranquilícese Romeo, ¿qué pasó?

—El Bráyatan Padre, el Bráyatan está mal — respondió la Nancy arrodillándose ante los pies de Evaristo — lo tiene que venir a salvar Padre Varisto’, ¡le han hecho un mal!

—¿Un mal?— preguntó dubitativo el Padre mientras levantaba a la Nancy —¡levántese Nancy y cuénteme.

—¡Le han hecho un mal, Padre!— dijo Romeo, anticipando el llanto inconsolable de la Nancy que no podía contener  —¡tiene que venir a curarlo!

—¡Tiene un esorcismo’!— pudo soltar la Nancy entre lágrimas y mocos —¡tiene un esorcismo’ Padre Varisto’ ayúdenos! — y volvió a desplomarse ante los pies del cura implorando atención.

—¿Exorcismo? ¡levántese por el amor de Dios! — levantó con vigor a la Nancy del piso.

—¡Eso… un esorcismo’ le han hecho!— agregó Romeo ante la mirada severa de Evaristo.

— A ver… los exorcismos son posesiones, son demonios que poseen a un humano, no se pueden impartir, ¿me pueden explicar mejor por la Santísima Trinidad?

—¡Que al Brayatán le han metido un esorcismo’ y necesitamos su ayuda! — gritó con violencia Nancy y nuevamente cayó sobre los zapatos del cura a rogar auxilio.

—¡Eso! ¡Lo ha poseído un esorcismo’!— ratificó Romeo y, tiritando, Evaristo se quitó los lentes.

—¡¿Se pueden calmar y decirme donde mierda está el Bráyatan la madre que los re parió?!— gritó sacado Evaristo tironeando con virulencia del brazo de la Nancy para ponerla de pié —¡y deje de tirarse al piso Nancy!

—¡Venga, está en el rancho Padre Varisto’!— respondió Romeo mientras lo llevaba del brazo hacia la puerta de la Iglesia y Nancy los seguía detrás sumida en un llanto incontrolable.

Al cabo de cinco minutos aparecía la casita de los Maciel, entre el chaperío, ordenada de manera desprolija entre otros ranchitos del barrio. La Villa Las Chapas era un caserío muy humilde construido en los alrededores del pueblo Los Tilos. La familia tenía seis hijos y el Bráyatan era más chico…. y el peor.

Con sus veinte años recién cumplidos tenía un prontuario delictivo incipiente, pero un jugoso historial de borracheras, juergas y farra. Era un buen chico, pero adicto a los vicios de la noche, las mujeres, los excesos y la calle. Había abandonado la primaria luego de repetir cuatro veces quinto grado, argumentando que con catorce años ya podía trabajar acarreando papas en la feria, laburo que le duró dos semanas, de las cuales fue tres días. El Padre Evaristo sacó conclusiones anticipadas… el Bráyatan era un huésped sencillo de poseer, un espíritu fácil de doblegar, debía tener dentro un demonio cualquiera, de cuarto o quinto grado, nada fuera de lo común. Almas de esa calaña no les interesaban a demonios secundarios, mucho menos primarios. El Bráyatan no tenía ningún tipo de influencia sobre nada ni nadie. Era un tremendo inútil.

Cuando llegaron la escena era brutal e inusitada, al abrir la puerta y ver el panorama la Nancy nuevamente se desplomó, víctima de una baja de presión y la Yamila, la mayor de los hijos de los Maciel, corrió a apantallarla y darle aire. El Romeo se agarraba la cabeza… no podía creer lo que estaba pasando —¡Mire Padre! ¡mire cómo está! ¡mire lo que está haciendo! ¡me le han hecho un mal al pendejo! — y los nervios le atravesaron el cuerpo por completo, haciéndolo tiritar. Evaristo pensó que definitivamente algo atípico estaba pasando… no terminaba de digerir la situación que sus ojos contemplaban.

—¿Viene a ayudar a mi hermanito?— preguntó el Joselino ante la mirada desconcertada de Evaristo.

El Bráyatan estaba sentado leyendo en posición de loto, con la espalda perfectamente recta y una tasa enorme de té de limón y menta en su mano. Leía “Finnegans Wake” de James Joyce. Al percibir el ingreso del Padre, detuvo un momento su lectura, sorbió un poco de té, arqueó una ceja y se quedó callado, esperando que Evaristo dijese a qué había venido.

El Padre lo miró al Joselino, el único de los preocupados por el Bráyatan que parecía más o menos coherente —¿Me podes explicar qué carajo pasa acá?

—Esta mañana salió temprano y llegó acá con ese coso…

—¿Con qué coso?— preguntó el Padre.

—Con ese— respondió el Joselino señalando al libro.

—Es una novela experimental Evaristo, Joyce tardó diecisiete años en escribirla, pero fue en gran parte en un lenguaje inventado, fruto de la mezcla de unidades léxicas inglesas con neologismos y otros elementos lingüísticos que hacen sumamente difícil comprenderlo… incluso para un nativo— y un grito desgarrador de la Nancy la volvió a hacer desmayar.

—¡Escúchelo Padre! ¡Nosotros no le hemos enseñado a hablar así! ¡¡¡Si antes sólo sabía decir “guachín”, “rescatate”, “culiado” y “chupame la pija” todo el día!!! ¡¡¡Está hablando en otras lenguas, como dijo usted que le pasaba a los que se le metía el Diablo adentro!!! — aseguró Romeo desesperado.

—¿Por qué estás leyendo ese libro?— Quiso saber Evaristo como para preguntar algo, sin salir de su asombro.

—Fui temprano a la Universidad Nacional de Cuyo para averiguar si estaba la carrera de “Trading” y…

—¿Trading?— quiso saber Evaristo cortándole la respuesta.

—Si, en español significa algo así como “negociación bursátil”. Es una profesión que consiste en el estudio de los mercados mediante el análisis técnico y fundamental, y la aplicación de una estrategia concreta para operar, con la finalidad de invertir en diferentes instrumentos financieros y obtener un beneficio.

—Mjmmm— sólo supo decir Evaristo.

—Y como lo más parecido que tenían era Administración de Empresas, que me resulta una carrera sumamente absurda e infructuosa, decidí inscribirme para el pre de “Ingeniería astronáutica y aeroespacial”— comentó seguro.

—¡Pero si repetiste cinco veces quinto grado infelí’— reprochó el Romeo.

—Ya me averigüé cómo hacer para tener el certificado, la semana que viene rindo un examen completamente hacedero y luego puedo ingresar al pre… en fin, como me aburría fui a la biblioteca y pedí el libro más complicado de entender y me dieron esta fruslería. Nada del otro mundo.

—Sinceramente algo extraño está sucediendo… pero no sé cuál sería el problema— preguntó confundido Evaristo a la familia.

—¡Pero Padre ni siquiera tiene olor a vino! ¡Y estamos a viernes! Todo el barrio sabe que el Bráyatan comienza el fin de semana el miércoles y termina re mil curado el domingo… hay una botella entera de Vittone en la alacena.

—¿No tomaste vino anoche Bráyatan?— preguntó Evaristo llevando una mano a su pecho para palpar el crucifijo.

—No, carece de sentido. El alcohol, específicamente el etanol, es una potente droga psicoactiva con un número elevado de efectos terciarios que pueden afectar de manera grave a nuestro organismo. Me he dado cuenta que prefiero encontrar asilo en desgastar mis neuronas en la ciencia y la investigación, antes que en la ingesta consuetudinaria de distintos tipos de drogas.

—Sorprendente— dijo Evaristo mientras comenzaba a sacar el crucifijo hacia afuera, presumiendo que algo peligroso estaba por suceder.

—¡Qué sorprendente ni ocho cuartos Varisto’! ¡Me le han hecho un mal al pibe! mire la cantidad de guevadadas que está hablando.

—¿Puede silenciar su cantata pusilánime querido progenitor? Sinceramente estoy ahíto de escuchar sus quejas.

—¿Aito? ¿Aito me decí? ¡Aitovoyadarnoma’! — y el Romeo arremetió contra el Bráyatan desabrochándose el cinturón a los gritos mientras Evaristo y Joselino intentaban frenarlo.

—¡Cálmese hombre!— le ordenó el Padre.

—¡Pero es que me lo va a matar Padre!, si este pendejo no sabía ni leer, ni escribir, ¡me lo han poseído! ¡me le han hecho un esorsismo esa guevada!

El Brayatan se paró mientras forcejeaban con su padre y se dirigió hacia un enorme equipo de música ubicado sobre un cajón te tomates, le dio play al celular conectado al aparato y comenzó a sonar una melodía… toda la familia se quedó paralizada… era Bach  y su “Tocata y fuga en re menor”. El muchacho con los ojos cerrados simulaba ser un director de orquesta —¡Ayyyyy Johann Sebastian querido y su incomparable combinación de manejar magistralmente la ingeniería musical y una profunda expresividad! — ¿qué opina de Nietzche, Evaristo?

— ¿Que dice el reculiado este? ¿está hablando en otros idiomas? —increpó Romeo. El cura intentaba descifrar qué era lo que estaba sucediendo, de qué tipo de posesión  era víctima el pibe.

— Humano, demasiado humano —respondió el Brayatan y volvió a su lectura.

—¡Mire las pelotudeces que dice, Varisto’!, antenoche salió con los chantas a rastrillar algo y lo dejaron solo por soquete, los amigos cayeron con dos stereos y una cubierta de gol y este con las manos vacías.

— Les pedí el dinero a mis amigos y se los invertí en Bitcoins, previniendo un ajuste importante dada la situación en Suiza, ganamos 6,4% en tres días… calculo que es mucho más rentable que dedicarse al hurto.

— ¡Al orto te lo voy a moler a patadas si no dejas tranquilo a mi Brayatan! — gritó violento Romeo, amenazando al demonio.

Evaristo comenzó a practicar sin ganas el típico exorcismo, ante la mirada inquisidora de Brayatan —¿En serio cree en demonios, Evaristo?, ¿usted sabía que no hay una sola “posesión demoníaca” que la ciencia no haya podido demostrar como un trastorno psicológico? — apuró el erudito ante el enrojecimiento atroz de la tez del cura, que sudaba vergüenza.

Luego de intentar cuatro veces, mientras el Brayatan convertía el motor a combustible de la Motomel de su hermano Joselino por uno ecológico eléctrico cargable mediante USB, Evaristo se dio por vencido —Tendré que preguntarle a mis superiores — dijo sin ganas mientras abandonaba la morada de los Maciel y dejaba abatidos y muy asustados a sus progenitores. En la puerta del ranchito le preguntó a Romeo —¿Cuándo comenzó puntualmente este cambio?

—Fue así de repente…  hace dos semanas el Brayatan había salido de gira y tardó como cuatro días en llegar, apareció bañado, perfumado, con ropa nueva y así con el diablo aentro.

—¿Cómo apareció, dónde le dijo que había estado?

—Llegó cansado y con mucho dolor de cabeza, se durmió dos días, creímos que era del pedo. Los amigos dicen que lo traía una camioneta negra, con vidrios polarizados, que venía escuchando al palo “la felicidad ja ja ja ja”

—¿La canción de Palito Ortega?

—Si… esa mierda.

“Camioneta negra – vidrios polarizados – Palito Ortega” anotó Evaristo en su libretita y saludó a la familia.

NDR: Si queres entender más sobre esta historia, lee estos dos relatos:

Revelamos el oscuro secreto que se esconde detrás de Charly García

La verdadera historia de Ricardo Mur


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A los millenials les vendieron espejitos de colores

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Antes de comenzar a hablar de los millenials habría que abrir un debate sobre el rango etario que cubre esta generación. En teoría va desde principios de los ochenta hasta fines de los noventa en países de primer mundo. Voy a hacer referencia como “millenials” a los argentinos que hoy tienen entre 18 y 30 años, teóricamente se deberían decir que son “post-millenials” o “centennials”.

Esta nota tiene bastante de autoreferencial, no me da vergüenza reconocerlo y si me da orgullo haberme dado cuenta a tiempo, es por ello que culmina con una serie de “consejos”, opinión que nadie me pide y que miento al decir que no me gusta dar.

Habiendo pasado los 30 y sumergido plenamente en la etapa laboral más activa de una persona (que opino que va de los 30 a los 50) me llama cada vez más la atención la dificultad del sector empresarial para encontrar recursos humanos que, básicamente, quieran trabajar. “Los pibes no quieren laburar” es la queja de quienes llevan los recursos humanos. “Invertimos dinero y sobre todo tiempo en el proceso de ingreso e inserción y se van a los dos meses”, “trabajan un año, juntan plata y se van de viaje, luego vuelven y pretender entrar nuevamente a la empresa”, “manejan sus horarios como si fuesen los dueños, no se pueden adaptar a una regla básica como cumplir con una hora de ingreso”, “tiene 25 y aún no terminó el secundario”, son algunos de los comentarios más típicos de la situación.

Y el problema es, querido tarado, ¡que nos vendieron espejitos de colores papá! “Lo tuyo es el mar”, “valen más las experiencias que los objetos”, “no te pongas un negocio, “mejor viajá”, “salí, conocé gente, no te ates a un lugar”. Todas estas frases son sinceramente hermosas, yo personalmente también las compré en algún momento. Hay que ser realistas… ¿A quién no le gustaría vivir viajando, conociendo lugares, personas, transitando experiencias de viaje?, ¿quién no sería feliz ganando dinero por mostrar sus excursiones por el mundo, los lugares exóticos y las ciudades?, ¿a quién no le gustaría vivir en el Caribe, bajo los auspicios de un all inclusive, disfrutando del sol y el mar? ¿Quién no sería feliz viviendo del arte o del deporte? Es súper tentador, como ganarte la quiniela. El problema es que para sostener esa vida en el tiempo, si no tenes un don, un talento natural, tenes que haber nacido en “cuna de oro” y tener papitos con mucha guita que te prefieren tener lejos de sus negocios. Pero esa realidad no es la de la mayoría de las personas. Entonces ¿qué pasa cuando se acaba el chorro de guita de papá?, ¿qué pasa cuando se termina el dinero del viaje que no invertiste en un negocio?, ¿qué pasa cuando desperdiciaste una oportunidad laboral única por un viaje al Congo Belga?, ¿qué pasa cuando volviste a la provincia y no tenes ni para el MendoTran? Te estampas contra la puta realidad.

Entonces, de a poco te das cuenta de la falacia que te comiste, que hay cientos de miles de millones intentando “ganar millones por internet”, que da la casualidad que nunca sos ese apellido yankee que invirtió tres dólares drogado en una criptomoneda y cinco años después se mandó a hacer un Ferrari de oro, que nos sos Gates, ni Zuckerberg, ni Musk, ni el lobo de Wall Street, que el talento choto que tenes de pedo le gusta a tu mamá y a un par de mamertos como vos, que aún no sabes ni siquiera todas las funciones de Instagram como para pretender hackear el Santander Río, que cada pelotuda idea que se te ocurre ya la pensó otro y la está haciendo funcionar hace diez años, que no da convertirte en un narco colombiano, que los negocios ilegales tienen su fecha de vencimiento y tremendas consecuencias, que vivís en un país subdesarrollado y tus chances de llegar a Silicon Valley son nulas, que Hollywood difícilmente se vea interesado en tus talentos, que el porcentaje de deportistas millonarios es ínfimo comparado con la población mundial, y un larguísimo etcétera de fantasmeadas que te contaron, que le pasaron a “un amigo de un amigo”, que “lo leíste pero ni te acordas dónde”.

Y ahí te enfrentas con la dura realidad… tenés 30 años y no tenes una verga. Te das cuenta que se te pasó el tiempo para dedicarte a pleno a una carrera y especializarte, que te gastaste toda la guita en viajes y farra, que “atención al público y gestión de stock en Drugstore Carlita” y “Gerente de logística y distribución de Pizzería Los Tanos” son tus únicas referencias dentro del CV y no te van a ayudar demasiado, que no solamente seguís viviendo con tus viejos, sino que ni siquiera te da el cuero para bancarte alquilar un monoambiente, que te empieza a dar un poco de vergüenza seguir viviendo a tu familia, que no le ves mucho futuro al laburo medio pelo que estás haciendo y que tu entorno está en la misma que vos, al pedo y vagando. Estas en la mitad de tu vida activa y tus proyectos, como conocer el Tíbet, tirarte en paracaídas, probar mezcal en Bolivia, irte en bici al sur, armarte una banda de ukelele o hacer el transiberiano en invierno son poco sustentables con tu economía y realidad actual. Y ya no hay ni mina ni amigo que te banque tanta pelotudez.

De a poco la vida te comienza a comer, a llevarte puesto. Te empezas a sentir un choto de bermudas floreadas, peinados exóticos y gustos excéntricos bancados por terceros. Te comienza a dar algo de culpa estar un miércoles en “El Sodeado” y dormir el jueves hasta las once. Ya no es tan gracioso fumar porro un martes y quedarte del culo flashando hasta las cuatro de la mañana. Andar boyando de amores y amigos ya deja de ser una joda social. Apodos como “el señor de la noche”, “el girita”, “la nochera” o estados onda “esta noche en la pera”, “roto”, “resacón”, “pasada”, “es viernes y mi cuerpo lo sabe” ya no se llevan con dignidad absoluta.

Encima, al no haber trabajado nunca realmente por vivir una vida al límite experimental, de gira en gira, sos un inútil total. No estás preparado para esfuerzos físicos ni mentales, no tolerás la presión laboral, te ahogás en un vaso de agua, no soportas que te dirijan ni te controlen, encima te ofendes por todo, sos susceptible y proclive a abandonar los trabajos. Sos inestable y poco comprometido. No sos chorro, pero no inspiras confianza tampoco.

Entonces se pincha la burbuja de bosta en la que vivís, se cae la mascarita de la mentira que te vendieron y que compraste gustoso, se acaban las excusas y los pretextos, se refutan todas tus teorías de “vivir del aire”, “desapegarte de lo material”, “ganar dinero viajando”, “trabajar 20 minutos por día en hacerte millonario” y cuanta pelotudez emprendiste. Ahora entendes que para pagar todos esos gustitos, esa onda “desapegada de lo material”, esos viajecitos por el mundo en fechas poco usuales, esa comodidad horaria, esa vida sin ataduras ni compromisos, hace falta guita, dinero, plata, vil metal… como se te dé el orto llamarle al dinero. Te guste o no, te parezca bonito o no, te sienta bien o no… la realidad es esta. Necesitas plata. Plata que ni siquiera la herencia o el azar te pueden asegurar, ¿cuántos casos conoces de gente que dilapida la fortuna heredada o funde las empresas de los padres? la gran mayoría, ¿y cuántos ganadores de quiniela o lotería conoces que hayan hecho buenas inversiones y se mantengan millonarios en el tiempo? la gran minoría. La guita legal realmente se gana de dos formas, no existen más. Sólo dos.

Una es haciéndote muy muy bueno en algo, con ansias de ser “el mejor”. En lo posible bajo formación académica. Intentando ser el mejor profesional, el mejor estudiante, dedicándole TIEMPO y ESFUERZO a una carrera. Tiempo y esfuerzo que vos ya no tenes, porque estás peludito papá para dedicarle doce horas diarias al estudio. Éste tren se te pasó por “vivir experiencias únicas”, por “no adaptarte al régimen establecido”, por creer que “un título no te asegura nada”. Los buenos profesionales son bien pagados siempre, por jefes o clientes. Y los mejores ganan fortunas.

Pero, afortunadamente para la vida, pero desafortunadamente para tu forma de vida, te queda la otra forma… y ésta se trata de trabajar. Si man, TRA-BA-JAR. Trabajar en serio, dedicarle tiempo al laburo, meterle horas, esfuerzo, intentar superarte de manera permanente. Dedicarle tiempo a un proyecto, alma y vida, cabeza y físico. Dejar de creer que “20 minutos de internet” te van a hacer millonario o “compro esto por acá, lo vendo por allá, me pongo un Mercado Libre” es posible o “me pongo diez kioscos y los manejo por celular” se puede hacer. Levantarte temprano, dedicarle un mínimo de ocho horas diarias de lunes a viernes a un laburo, invertir dinero, arriesgarse, jugársela, no cagar a nadie, prestar un buen servicio, vender un buen producto, estar alerta y atento. Cuestiones básicas, elementales, cosas que cualquier laburante real sabe. Si le metes tiempo, tripa y corazón, si no te cagas en la gente y tenes algo de suerte, dentro de quince o veinte años podes tener una moneda interesante. Ni más, ni menos.

Así que, querido pendejo sub 20, este consejo te lo digo de onda: estudia, elegí una carrera sustentable (no esas licenciaturas vergas o esas payasadas de terciarios) y dedicate a pleno al estudio. Estás en una época donde no tener un puto mango o mantenerte a mate y galletas está bien y es lógico. Acobachate en la casa de tus viejos y dedicale entre cuatro y ocho años a formarte a conciencia. Te aseguro que a partir de los 30 me lo vas a agradecer.

Vos, choto de cotillón que estás transitando los 20/25, no dejes que te vendan espejitos de colores y metele al estudio, te quedan las últimas balitas en la cartuchera para no ser un estúpido mantenido.

Y vos, “millenial” post 25/28… te queda la opción dos, seguite tatuando y filmando historias de Instagram, pero ponete a laburar papá, porque la vida es implacable y pasa de un suspiro. Si seguís durmiendo, cuando llegues a los 40 va a ser demasiado tarde y vas a ser un completo fracasado.


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El verdadero trabajo del misterioso ingeniero J(*)

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(*) No puedo poner el nombre completo de la persona en cuestión por miedo a las instituciones, corporaciones o logias entorno a lo sucedido.

Era un miércoles de verano y nos preparábamos para comer en lo del Rabino. Luego de un pequeño receso de fin de año, la banda se había vuelto a juntar. Estábamos todos: Tino, Serra, el Mono, Emeka, el Rata, P11, el Rabino y yo, sólo faltaba por llegar el Mario J., que había confirmado asistencia al asado.

—¡Llamale al Mario que en 5 sale el asado, culiao! —ordenó el Rabino con ese “culiao” impostado que usa intentando simular su pésimo acento menduco.

—No tengo señal, que alguien le mandé un whatsapp —respondió el Tino mientras le hacía “la foto del día” al Serra y un whisky japonés.

—Ya le escribo yo —asentí mientras le mandaba un “¿te falta mucho re culiado?” por whatsapp al Mario.

“Voy en camino” respondió por el chat al tiempo que se apersonaba por la puerta del patio del Rabino ante los saludos y abrazos de los demás presentes.

“Qué rápido es para escribir” fue lo que pensé y lo fui a saludar.

El Rabino ha potenciado lo mejor de nosotros, hace asados más increíble que el Dios en el que no cree y sabe de vinos casi tanto como P11. Le queda de porteño el “sho” nomás. La cena se fue desarrollando como todas nuestras juntadas; gastadas grupales, anécdotas de fin de año, comentarios sobre proyectos personales fallidos, risas, chicanas, charlas filosóficas sobre mujeres, motos, autos y personajes del empresariado menduco entre costillas, entrañas, chori, morci y chinchu. Cada temática era cerrada por un comentario absolutamente ordinario de la mano del Mono, como es su costumbre.

En ese momento abrí mi celular para ver si tenía algún mensaje de mi embarazada esposa. Nada. Me di una vueltita por Facebook y ahí vi algo… tres estados de J. al hilo. Con foto, datos, historia, eternos. Uno hablaba sobre el desfalco kirchnerista a los fondos de Santa Cruz, en otro exponía un teorema liberal en contra del Catolicismo Occidental y en uno mucho más largo y detallado hablaba sobre un proyecto de la Rusia soviética sobre viajes interestelares. “¿Cómo se le ocurren tantas cosas el mismo día?”, pensé.

Cuando la esposa del dueño de casa nos trajo un monumental postre, aproveché para volver a pispear si tenía mensajes de mi mujer y, nuevamente, le di una miradita al Face… otra vez tres estados de J., uno de hacía 7 minutos, otro hacía 5 y un tercero de hacía 2 minutos. En ellos hablaba sobre la “necesidad imperiosa” de privatizar los océanos, los misterios en torno a la vida de Elvis Presley y las variaciones del BitCoin respecto a criptomodenas de Bulgaria. “Esto es imposible” deduje.

Entonces pensé una jugada, había algo que me generaba “ruido”… “¿en qué momento escribió esto si está acá con nosotros?”, “¿son temáticas que han estado todo el día online y las estoy viendo recién ahora”. Tenía muchas preguntas que hacer —Marito, ¿me prestas tu celular que tengo que hacer una llamada y no tengo crédito? —Me arriesgué, sabiendo que me iban a gastar.

Ante las risas de los demás comensales, J. me prestó el celular. Entonces, simulando que marcaba un número, le puse el celular en “modo avión”. Hice como que llamaba a mi esposa, corté y se lo devolví. Inmediatamente lo guardó en su bolsillo sin controlar… ahora estaba offline. Esperé diez minutos y volví a entrar a Facebook… cuatro estados más de él; en uno hablaba de su video juego de zombis, en otro comentaba sobre los avances de una serie sobre el mismo tema, en uno muy largo y cargado de datos duros contaba (en inglés) como es el uso de los sistemas de calefacción y refrigeración de los tanques de acero inoxidable para la industria vitivinícola y en el último sobre su un posible nuevo libro de ciencia ficción titulado “Borges, Perón y la máquina del tiempo”. Yo me dedico a manejar redes sociales y sé que los estados, en los perfiles privados (o sea, de personas físicas) no se pueden programar. ¡Había alguien escribiendo por J.!

La velada terminó entrada la madrugada, es un grupo extremadamente dispar y muy muy lindo de amigos. Pero yo tenía otros planes… debía seguir a J. hasta su casa. Nuevamente tenía una corazonada. Nos despedimos los nueve, cada uno subió a su auto y yo arranqué la moto. Sigilosamente me puse al final de la fila de autos, tomé una distancia prudencial del Audi de J. y fui tras él como un perro sabueso. Íbamos en dirección a su casa, pero viró su destino y se dirigió hacia su oficina, una misteriosa mansión antigua ubicada en una emblemática callé céntrica. Estacionó el auto e ingresó al trabajo… a plena madrugada. Entonces saqué mi teléfono, marque el teléfono fijo de la casa de Mario, que estaba a unas quince cuadras de su oficina, era eso de las tres de la madrugada…

—Hola— atendió con vos dormida la esposa de Mario luego de varios rings.

— Hello, excuse the time, I am a business partner of Mario. I need to speak urgently with him. It is for one of our industrial projects.—dije en mi ingles paupérrimo.

—Mario, es para vos… un socio tuyo yankee— dijo la mujer y le pasó el teléfono a quien dormía con ella… que teóricamente era el Mario.

—Hello? —se escuchó la voz del Mario — who speaks? —volvió a decir con tono imperativo.

Entonces, boquiabierto, corté…

Mario acababa de entrar a su oficina, lo había visto con mis propios ojos, pero también estaba en su hogar durmiendo… por eso la cantidad de estados en Face… por eso los miles de proyectos, por eso las horas en vela. Todos sospechábamos que no era una sola persona, que estaba pasado de rosca o que padecía insomnio, pero ahora estaba ante la realidad… habían dos Mario J.

Detuve la moto dos cuadras hacia el oeste de la oficina del ingeniero, sin saber qué hacer, estaba desesperado, tiritaba entero, ¿sabría mi amigo que tenía un clon?, ¿y si le contaba?, ¿y si su familia o su vida corría peligro?, ¿cuál sería el original y cuál el trucho?… me agarré la cabeza de confusión… entonces pasó lo peor.

—Bomur, ¿qué mierda haces acá? —me interceptó una voz desde la vereda.

—Marito… —respondí tieso… Mario J. con ropa de running, todo chivado, venía claramente de correr desde el parque hacia la oficina, a las tres y media de la mañana —estemmm… me quedé sin nafta —¿vos qué haces acá?

—Es que comimos tanto en el Rabino que me bajé a correr unas vueltitas al lago antes de dormir —me mintió, mientras de reojo veía el Audi estacionado un par de cuadras más abajo. Estaba completamente confundido, ¿cuántos Marios habían, la puta madre? —tengo el auto en la oficina, deja la moto ahí y te llevo a buscar nafta.

Asentí. Cuando llegamos hasta el auto pude ver las luces de la oficina encendidas, evidentemente había un Mario ahí dentro — ya que estamos acá ¿me convidas agua? —me animé a decirle.

—No —respondió lisa y llanamente con una mirada fulminante, J. era bastante bicho para hacerlo caer en una treta. —tengo que abrir dos rejas, sacar la alarma de la oficina, es un bardo. Te compro un agua en la estación si no tenes guita… total me debes tantas cosas ya —intentó suavizar la escena con un chiste.

—Ok, dale vamos — le dije más preocupado que nunca… sin dudas Mario sabía que había, por lo menos, otro J.

En el camino charlamos varias cosas, entonces me la jugué fuerte —le salió rica la paella al Rabino — comenté y me quedé mirando por la ventanila, haciéndome el distraído.

—Sí, riquísima — respondió taciturno el Mario.

Entonces me di cuenta que estaba todo mal. Tuve una reacción violenta y fugaz, sospecho que ni siquiera se la vio venir, por eso el éxito de mi golpe. Le asesté un derechazo directo al mentón. Al estar en posición relajada, inmediatamente la torsión en su cuello le produjo un desmayo. Quedó knockout al volante. Rápidamente tomé las riendas de su auto, estacioné en la banquina, y haciendo un nudo entre mi ropa y el cinturón de seguridad lo até a la butaca del acompañante. Me dirigí a toda prisa hacia mi oficina ubicada en una antigua casona de Villa Nueva. Con un sótano sepulcral.

En el camino le llamé a mi esposa y le dije que había tenido unos inconvenientes laborales, que más tarde llegaría a casa y le contaría lo sucedido, que estaba bien y que cualquier cosa me llamase. No la quería alarmar. No me animé a llamar a nadie. Llegué a la oficina, bajé al Mario que aún seguía nockeado, descendí hasta el sótano, lo até firmemente a una silla y comencé a despertarlo con agua y zamarreos. Luego de un rato comenzó a recuperar la conciencia.

—¿Qué pasó pelotudo — fue lo primero que me dijo al abrir los ojos.

— ¿Quién sos, la concha de tu madre? —le dije.

— ¿Cómo que quién soy? ¿vos me estás jodiendo Martín? ¿qué concha hago atado? ¿dónde estamos?

— Cerra el orto que las preguntas las hago yo.

— ¿Pero vos sos pelotudo, Scarface de cotillón? Soltame que te voy a cagar a trompadas, ¿porque estoy atado?

— No te voy a soltar hasta que no me digas quién sos y qué has hecho con mi amigo Mario.

— Peronista enfermo mental, ¿me soltas hijo de una gran puta? Si esto es una joda te va a salir muy cara, Rumbo, en serio te lo digo.

— No es una joda y dejá de amenazarme…

— No son amenazas, son certezas, apenas me sueltes te hago re cagar.

— ¿Sos el verdadero Mario?

— ¿¡Queeeeeeee!? ¿pero vos sos tonto, payaso culiado, soltame? —y su tez se comenzó a tornar de morena a roja.

— No te vas a poder soltar, mientras antes me respondas, más rápido te vas —le dije titubeando, en un tono que debía ser amenazante pero estaba esbozando con extremado miedo.

— ¡Cagón, puto, soltame que te voy a reventar la cabeza a piñas! —me dijo con violencia mientras se movía frenético intentando zafarse.

— ¿Cuantos Mario J. hay? — le solté de una, mientras me temblaba todo.

— ¡Chupame la pijaaaaaaaaaaaaaaaaaaa! — gritó y el sudor estalló en su frente. La situación se estaba poniendo extrema.

— Dale, ¡culiado hablá! —le dije.

— ¡Obligame cagón! —me desafió. — Dale peronista de mierda, ¡obligame!

Mario estaba completamente fuera de foco, la vena aorta le estallaba en el cuello, otra le surcaba la frente al medio, entre el sudor que lo bañaba, sus ojos inyectados de furia me miraban coléricos. De haberlo soltado en ese momento, sin dudas me daba un palizón de la san puta. Ya estaba jugado… técnicamente estaba secuestrando a una persona, esto era privación ilegítima de la libertad. Ni siquiera Emeka me iba hacer zafar de esta. Estaba en el horno, lo conozco al Mario. Él tiene dos formas de hacer las cosas. Comenzaría por una serie de demandas legales en cuatro países, donde seguramente terminaría en cana y si no salía esa, sin dudas la ilegal me iba a doler. En un minuto de éxtasis total, mientras él me insultaba a los cuatro vientos y hostigaba a que lo obligara a hablar, perdí el control y le asenté un sopapo en el rostro, impactando en la ceja y abriéndole un tajo profundo.

Mario quedó con la cabeza en dirección a la inercia del golpe unos minutos… respiraba como un toro maniatado. Sacó la lengua y saboreó la sangre que le chorreaba a borbotones. Esbozó una sonrisa intimidante, cebado — es la única manera que me podes pegar, culiado.

— ¿Vas a hablar o no? — volví a amenazarlo y esta vez me escupió saliva y sangre que pegó de lleno en mi quijada. Nuevamente le di otro puñetazo… nada.

Luego de un buen rato, el rostro de Mario estaba maltrecho, su furia intacta y mis nervios a tope. No iba a hablar, al menos no de ese modo. Me di cuenta que estaba amaneciendo, las cosas se estaban poniendo demasiado peligrosas. No sabía qué carajos hacer. Abrí mi celular. Entré a Facebook… siete estados del Mario en el inicio. Criticaba al tibio gobierno de Macri tildándolo de comunismo chic, comentaba sobre un nuevo personaje Cubano que estaba craneando, invitaba a votar en change.org para cambiar el nombre de la Vinchuca a Bicho Peronista, compartía una nota recientemente subida a Ropa Sucia que hablaba sobre el arte barroco, hacía una sinopsis sobre el Libro Rojo de Jung, se lucía desayunando con sus hijos y un último post en el que le daba con un caño a los Millenials, diciendo que había calculado que un generación x rendía por ocho millennials y medio … por suerte había más Marios haciendo el trabajo de padre, laburante y vaya a saber que más. Eso me reconfortó. Subí a tomar aire… estaba en serios problemas. Encendí el televisor, seguía la puja por el paro docente, el impresentable de Roberto Baradel hablaba de “libertad, justicia y educación” en medio de un piquete con restos de pan en la barba. Hacía alusión a Perón y Evita y lloraba… entonces tuve una visión, como un shock, una corazonada real, la certeza de la duda resuelta, como el científico que entre sueños resuelve el teorema. ¡Era eso! Tomé mi teléfono y comencé a hacer llamadas, tenía que terminar esto cuento antes.

Horas más tarde descendí al sótano. La herida en la ceja del Mario estaba cerrada y la sangre seca le marcaba el rostro hasta el cuello de la remera. Tenía varios moretones, pero estaba intacto. Duro como todos los negros. Apenas me vió, soltó —vuelve la mariconcita, ¿porque no me soltas una mano y hacemos una pelea más pareja, forro culiado?

— Mario… vamos a comenzar por las buenas… ¿me vas a contar la verdad? —esta vez mi voz sonaba firme y bastante parecida a la de un mafioso o secuestrador, tenía un plan que iba mucho más allá de mis golpes.

— ¿Qué verdad queres que te cuente, pelotudo a pedales?

— ¿Porqué hay clones tuyos y cuántos son?

— ¿Clones? ¡Por favor que ridículo!

— Mario… no tenes más alternativas, ¡ni siquiera me has pedido que llame a tu esposa o que de señales de que estas vivo! ¡ya hay estados tuyos en Facebook! ¿te das cuenta que es obvio que hay alguien igual a vos que te cubre?

— Apenas me soltes te voy a matar, sabelo. —amenazó tozudo. Entonces procedí…

— Chicos — dije en voz alta… — ¡bajen!

Desde la planta baja comenzaron a bajar varios jóvenes. Eran tres chicas ultra feministas y dos chicos vestidos con lentes de marco grueso y camisas leñadoras. Las chicas hablaban todo con la “E”, los pibes le comentaban a Mario cómo son los nuevos paradigmas laborales, dónde está ahora el dinero en serio y la importancia de vivir experiencias, antes que prepararse académicamente. Las chicas hablaban a los gritos y flameaban sus pañuelos verdes, los chichos hablaban y se ponían a lagrimear de los nervios.

— ¿Ese que ves ses ese que este tede el die berdeande en face? ¿Qué te meleste nuestres grites y pintades? ¿qué te jode que insultemes a la policie? — le gritaba agudamente una de las chicas mientras le mostraba las tetas.

— Ustedes los viejos no saben nada, nosotros nos podemos hacer ricos desde cualquier parte del mundo que haya wifi con un video de youtube sin tener que ser esclavo de un dinosaurio como vos —decía el muchacho mientras lloraba.

— ¿Que concha es esto? —dijo el Mario con cara desorbitada. La estaba comenzando a pasar mal.

— ¿Conche? ¿ves? ¡sos una victime del hétero patriarcado hegemónico impuesto por el neoliberalismo feroz y la iglesia Católica! — le dijo la otra femininja.

— ¡La iglesia me chupa la pija! —gritó el Mario.

— ¿¡Porqué grita señor!? — dijo espantado el Millenial mientras se tapaba los oídos y se ponía en posición fetal a lloriquear en un rincón como un autista.

— ¡Basta! — gritó el Mario, claramente sacado.

— ¿Vas a hablar?

— ¡Soltame que los matos a todos! — gritó, dando a entender que sería difícil hacerlo hablar.

— Ok… — le dije tranquilo — conste que te lo advertí — dije mirando hacia el ingreso al sótano — ¡compañeros! ¡vengan! — grité.

Entonces comenzaron los cánticos, con bombos y platillos… era una murga.

♬Vengo bancando este proyecto
♬Proyecto, nacional y popular

Mario abrió los ojos de par en par — No me podes estar haciendo esto la puta que te parió.

Bajaron como veinte ñatos de la Cámpora al sótano. El Gordo Soto venía con un chulengo y se puso a hacer choris, la Elbi encabezaba los cánticos.

♬Te juro que en los malos momentos
♬Los pibes siempre vamos a estar

Un gordo enorme le comenzó a hacer sonar el bombo al lado del Mario que apretaba los dientes y cerraba los ojos fuertes, simulando no escuchar.

♬Porque Néstor no se fue
♬lo llevo en el corazón
♬con la jefa los soldados de Perón

— Noooooooo hijos de puta, noooooooo.

— ¿Me vas a contar o no?

— ¡Los odioooooo, los odio a todos! — y un denso humo le comenzó a salir de los oídos, al tiempo que un loop extraño le hacía tiritar el ojo derecho.

— ¡Compañeros! — gritó la Elbi, con ánimos de comenzar a dar un discurso.

— Compañeres, querrá decir, compañere — corrigió la feminista a Elbi.

— Exacto… compañeres — prosiguió — he aquí al gorila número uno de Mendoza, al enemigo acérrimo de nuestro movimiento. Él está en contra de la soberanía política, la justicia social y la independencia económica.

— Bomur me la vas a pagar tan caro — continuó amenazando J.

— Si me contas paro todo ahora — le dije, al tiempo que el gordo Soto escuchó la palabra “paro”, se volvió loco y comenzó a arengar…

♬Ya de bebé…
♬en mi casa había una foto de Perón en la cocina
♬Y ahora de grande…
♬Unidos y Organizados junto a Néstor y Cristina

— ¡No voy a hablar una mierda! — desafió el Mario y me volvió a escupir.

— Continuá Elbi — le pedí a la famosa pianista.

— Este nefasto personaje, típico cipayo, gorila funcional al capital, es el que nos vive defenestrando ante la sociedad mendocina, tan ciega como él — gritó la Elbi ante las arengas de todos sus compañeros y los llantos de los dos millenials que no paraban de sacarse selfies. — ¡salvemos su odio con el amor de nuestras canciones compañaeres! — gritó la muchacha e instó a seguir cantando…

♬Peroncho siempre, nunca me voy a olvidar
♬Cuando bajaste los cuadros
♬todo empezó a cambiar
♬Dijimos no al ALCA, también al FMI
♬A todos los gorilas y al monopolio Clarín.

— ¿Me vas a contar sobre los clones, Mario? — le dije con el tono más picante que he usado en mi vida, mientras el Mario entraba en una especie de trance, el humo le salía de la cabeza y los pocos pelos se le ponían de punta.

— No… jamás – dijo serio y convencido.

Suspiré profundo… creí que no lo iba a tener que usar, pero era por el bien de mi amigo, aquel que me dio el nombre a mi libro, aquel que me recomendó dónde no invertir, aquel compañero de letras, birras, cafés y asados. Tenía un poderoso as bajo la manga y era el momento de mostrarlo.

— ¡Se callan todos! — ordené violento, ante el inmediato silencio sepulcral de las más de treinta personas que estábamos en ese sótano de cuatro por cuatro. El olor a chori, a chivo, a humo y a humano reinaba en el ambiente. Era pestilente. — No quiere hablar el señorito… así que me veo obligado a utilizar mi arma más poderosa…. ¡Marcelo! — grité.

La puerta del sótano se abrió dejando entrar un haz de luz, se vieron dos zapatos de goma ochentosos enfundados en un jean gastado. De fondo sonaban “Los Salvajes Unitarios”. Los pasos comenzaron a bajar lentamente las escaleras, detrás de sí aquel hombre cerró la puerta, quedando todo en penumbras. Nadie podía ver quién era. Las pupilas de J. se dilataron como las de una pantera. Estaba enjaulado como un animal y resoplaba exhausto. La figura caminaba despacio hacia la silla de mi ex amigo, entonces la lúgubre lámpara que iluminaba a Mario dejó ver el rostro en cuestión… era Marcelo Padilla. Y con vos suave y gruesa, cínica y atestada de sarcasmo comenzó a cantar lentamente…

♬Los muchachos peronistas,
♬todos unidos triunfaremos,
♬y como siempre daremos
♬un grito de corazón:
♬«¡Viva Perón, viva Perón!».

Cuando J. pudo descifrar quién era colapsó — ¡Noooooo! ¡Hijo de puta no te me animaste al debate y ahora me venís a torturar así, maniatado! Bomur sos un hijo de mil puta — y comenzó a gritar desenfrenado, al tiempo que su voz se volvió metálica y varios chispazos saltaron desde donde antes había salido humo. Un olor a cable quemado inundó de inmediato el ambiente, Mario entró en un ataque total, convulsionaba como un epiléptico, le caía baba de la boca y un líquido negruzco comenzó a correr por su nariz. No era sangre, más bien parecía aceite. Uno de los millenials se desmayó, el otro corrió horrorizado entre saltitos y lágrimas, las feminazis también se asustaron y rajaron, no sin antes pintar con aerosol “J. Hétero” en la pared, la Elbi y el Gordo Soto levantaron el chulengo y se fueron. El Mario tartamuedeba palabras en varios idiomas y una alarma sonaba desde sus adentros, como cuando sale la ventanita de error de Windows. Padilla, un poco confundido por el estado de Mario y con algo de vena, le metió un patadón antes de irse, que lo hizo volar por los aires e impactar contra la pared detrás de la silla. La nuca de Mario explotó y un manojo de cables chispeantes comenzaron a flotar como Medusas. Era un robot… ¡era un puto robot!

Apenas la máquina terminó de colapsar y se detuvo, me acerqué a ver el paisaje. En la nuca podía ver todo un sistema electrónico, lleno de plaquetas, chips y cables. Los ojos de J. estaban abiertos y sus pupilas rojas. Aún tenía energía. No dudé en llamarle al Rabino. Si había alguien que sabía en Argentina sobre sistemas, era él.

Apenas llegó, lo miró y dijo que era un sistema encriptado de bioingeniería. Origen Suizo o Alemán. Lo conectó a su MacBook y comenzó a hackear el CPU, al cabo de dos horas tuvo acceso a la fuente y al disco rígido y logramos descular toda la verdad…

Corría el año 2010, Mario J. había tenido un accidente mortal de buceo en México, en plenas vacaciones. En ese momento, en el mismo lugar, se encontraba de vacaciones Ramón “Palito” Ortega… si… Palito, la cabeza del proyecto BioMachine.

Ortega necesitaba instalar la BioSupraMachine 1.2 en un joven influencer, para que mediante redes sociales disemine todo tipo de información social y política. Para que no se note, no debía ser político de fuste, más bien profesional, preferentemente ingeniero y tener conocimiento sólido sobre teorías políticas.

Palito había sido gobernador de Tucumán y senador Nacional por el Partido Justicialista. En 2010 iba a apoyar a la campaña electoral de Alfredo Olmedo, candidato a Gobernador por Salta. Olmedo, dadas sus influencias, le había asegurado control total sobre la Dirección Nacional De Desarrollo Tecnológico E Innovación. Institución que le daría fuerza y vigor al proyecto BioMachine.

En J. se instaló el BioSupraMachine 1.2, una versión alternativa del esperado BioSupraMachine que si bien no estaba preparado aún para ser probado en un muerto con más de 48hs de defunción, era la primera vez que se instalaba en huésped con capacidades innatas de comunicación, formación académica e instrucción política sin militancia.

El plan de Palito era captar un voto ausente en el peronismo, el de los jóvenes tecnológicos de la clase media. ¿Qué mejor que comenzar con la compleja y Radical Mendoza? Además sus vínculos con Vila y el laboratorio en San Isidro le permitían seguir de cerca a Mario. En teoría el “móvil” era idea. Negro, reaccionario, picante, pendenciero, barbudo, mechudo… ¡un peronista perfecto!

Lo que nadie de BioMachine sospechó, era que el J. humano tenía un odio acérrimo contra absolutamente todo el movimiento peronista. Desde Perón, hasta Cristina. La tecnología utiliza el cuerpo del “huésped”, pero no bloquea todas sus funciones, ni cierra su información genética. La persona es la misma de siempre, sólo que tiene tecnología de avanzada instalada en su interior. Al cabo de dos semanas, no se sabe cómo, Mario hackeó su propio sistema. Se podría desvincular del control de la corporación maquiavélica de Ortega con un solo click. Pero… ¿cuánto tardarían en rastrearlo? Entonces, encontró la manera de potenciar el rendimiento del aparato, mejorando todo su sistema físico y por supuesto mental. De haberlo querido podría haber crecido 10 centímetros, tener pelo y ser blanco, pero esto levantaría sospechas.

Necesitaba actuar, por lo que puso su cerebro en modo override y lo puso al 200% de su capacidad. El cuál le permitía, entre otras cosas, con una mano escribir un ensayo sobre la influencia de Platón en San Agustín y con la otra programar el sistema de un compaginador nuclear intergaláctico. La sobre exigencia del procesador no fue gratuita, sobrecalentar el kernel generó disociación de personalidad en J., de momento tomando control de la unidad y generando personalidades profundas y reprimidas tales como un niño comunista o un excéntrico y hedonista billonario argentino. El esfuerzo no fue en vano, tardó sólo tres meses en aprender como clonarse. Pero el costo gigantesco de construir uno o varios BioMachine estaba fuera de su alcance.

Viajó a Europa y se infiltró en la secretísima reunión del grupo Bilderberg para presentarse como lo que era, un robot, ofreciendo sus capacidades a ellos. Increíblemente J. convenció a una de las sociedades más oscuras y secretas del planeta de pagarle enormes cantidades de dinero por ser un vector de ideas neoliberales y globalistas para instaurar el nuevo orden mundial.  Una vez que se hizo del dinero para replicarse se desvinculó por completo de la corporación de Palito, dejando un clon en su reemplazo. El mismo fue destruido por una patota peronista cuando simulaba militar en un barrio de Las Heras.

Entonces se dio cuenta que quizás podría llevar a cabo el sueño de toda su vida y hacerlo su verdadero trabajo: destruir al peronismo. Para ello construyó siete clones y le asignó nombres y funciones específicas:

  • MFM (Mario Family Machine): clon familiero que se la pasa con sus hijos y que cumple su rol de padre.
  • MWM (Mario Writer Machine) clon escritor que publica libros de ciencia ficción justicialista para darle en el intelecto al movimiento.
  • MEM (Mario Engineer Machine) clon que hace consultoría en ingeniería para llevar “el mango” a la casa.
  • MPM (Mario Party Machine) clon que vive de joda asados, con amigos y totalmente pasado.
  • MRM (Mario Running Machine) clon que hace deportes y sale a correr con un extraño perro.
  • MSM (Mario Social Machine) clon community manager instalado directamente a un PC que está todo el día escribiendo en Facebook.
  • MIM (Mario Investor Machine) clon inversionista que engrosa las cuentas en paraísos fiscales y financia realmente todo el plan.

El Rabino se encaró de meterle un virus al MRM, pero no nos animamos a diseminarlo entre los demás clones. Aún no sabemos cuál puede ser el Mario real, el que más tenga de él…


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Leer en El Mendolotudo: El verdadero trabajo del misterioso ingeniero J(*)

La increíble historia de “el cirujano” de Guaymallén

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El negocio surgió de la nada, como esas cosas que te pasan en la vida sin sentido y que cobran valor con el correr del tiempo. Yo era un pendejo desempleado más del montón, buscando laburo de lo que mi “primario completo” me permitiese. Changas, básicamente. Me pagaban una miseria, miseria que bastaba para quemarla de inmediato en falopa o alcohol. Era la única manera que la vida se me pasaba sin el bajón de no poder prosperar ni ver un futuro, cuando menos, tentador. Siempre fui un tipo solitario, me cargaba una depresión interesante.

Aquella noche había cobrado bien. Me habían encargado pintar la galería de una casa. La misma estaba a estrenar, no había nada de valor adentro, por lo que los dueños me abrieron la obra temprano y me dejaron solo. Me dijeron que pagarían cuando termine. El trabajo, que en teoría duraría dos días, lo hice en una mañana. Le llamé al dueño y me dijo que hasta última hora no podría venir a pagarme, así que me tenía que quedar en el lugar. No tenía dinero ni ganas de volver a mi casa, para regresar nuevamente a la noche. Entonces me puse a sacar los escombros del patio. Es impresionante la mugre que genera la construcción. Al anochecer había dejado el fondo de la casa completamente limpio y todos los escombros cargados en un contenedor que daba a la calle. Así, de paso, se lucía mucho mejor mi trabajo.

Cuando llegó el dueño no lo podía creer. Me agradeció y sin siquiera preguntarme me pagó el triple de lo acordado. Salí feliz, por primera vez en mucho tiempo. Iba pensando en toda la cerveza que tomaría aquella noche, cuando me encontré con un tipo al lado de una moto destrozada. Había chocado hacía un rato, él estaba bien, ahora estaba esperando que la grúa viniese a buscar los despojos de aquella moto de baja cilindrada y origen Chino. Era una moto que había visto cientos de veces en las calles. El muchacho estaba claramente angustiado y miraba su bípedo con tristeza. Me arrimé a él, le pregunté el valor en plaza. Nueva debía estar en unos quince o veinte mil pesos. Le pregunté si era titular y tenía todos los papeles. Asintió. La moto no servía más, sin lugar a dudas. Le ofrecí tres mil pesos, menos todos los costos de transferencia, porque era todo lo que llevaba encima, a cambio de los despojos y sobre todo de los papeles. Dudoso, aceptó mi propuesta. Le di la mitad del dinero, la grúa llevó la moto a mi casa. Al otro día le pagué en el registro el resto.

Una semana después salí de caño. Era algo que intentaba evitar y lo hacía sólo cuando estaba al límite económico y realmente no tenía ni para comer. Esta vez no estaba del culo, estaba sobrio y alerta. Caminando por Ciudad encontré a mi víctima, parado en el semáforo de una esquina. La suerte estaba de mi lado. Robar una moto en marcha es lo más fácil del mundo. Apuntas al conductor, el mismo se baja, te subís vos y aceleras. Al cabo de veinte minutos estaba con la moto robada en casa. Esa noche trabajé duro… mazo, cincel, pintura, lima, amoladora, desarmado y armado de chasis… a la madrugada tenía mi Gilera Smash 110 flamante, con el mismo número de motor y chasis que figuraba en los papeles que había comprado. También tenía un par de repuestos de más. Ese mismo mes la vendí a veinte mil pesos… por primera vez en mi historia había ganado diecisiete mil pesos. Recuerdo que esa noche fui a Don Mario y comí la mejor parrillada de mi vida, con vinos caros, en botella, sin soda, como nunca antes había probado. Hasta pedí postre.

Comencé a andar por las calles de Ciudad, San José, Villa Nueva, Dorrego… buscando accidentes. Uno por semana agarraba seguro. El modus operandi era siempre el mismo. Compraba las motos destruidas al veinte por ciento de su valor, robaba la misma moto, le cambiaba el número de chasis, motor y algunas piezas y las vendía a precio de mercado. Además me iba haciendo un buen stock de los repuestos que lograba salvar de las motos accidentadas. La rentabilidad era brutal. Hasta que un día me agarraron. Intenté robar una moto y los dos tipos que iban sobre ella me alcanzaron a la cuadra… más allá de la tremenda paliza que me dieron, me comí una semana preso. No tenía antecedentes y sólo había sido un “intento de robo”, pero la privación de la libertad es lo peor que puede pasar un hombre. El principio del negocio lo tenía armado, la idea era brillante, ahora me faltaba gente que se encargue de la parte sucia.

Me puse en contacto con tres bandas, todos pendejos, picantes. Una de San José, otra de Godoy Cruz y otra de Las Heras. Yo les iba a hacer los encargos y pagarles las motos de una, en efectivo. Entonces me dediqué de lleno a la parte “legal” de mi empresa. Estaba todo el día en la calle buscando accidentes, como un perro. El camino se me hizo más fácil cuando contacté a un par de abogados en Guaymallén. Ellos, en su rol de caranchos, me mandaban un mensaje por celular contándome sobre un accidente que les acababa de informar, a su vez, la policía. Así que yo iba, contactaba al dueño de la moto y le ofrecía la compra. A su vez, yo les informaba sobre los que me enteraba por cuenta propia. Era un ida y vuelta de favores.

En poco tiempo me hice de los papeles en regla de varias motos, al punto que tuve que poner algunas a nombre de mi madre y unos amigos. Finalmente tuve que hacerme con documentos y poderes notariales de viejos del este de Guaymallén. Bolivianos documentados, gente de campo… en fin, figuritas que me permitían poner a nombre de ellos las motos estroladas. Les informaba a las bandas sobre las nuevas adquisiciones y al poco tiempo aparecía una moto flamante en mi garage. Laburaban en su limado y nuevo numerado un par de primos y yo. En menos de doce horas la moto estaba lista para ser vendida, de manera legal, con papeles al día.

Me compré un pequeño camioncito, para cargar las motos chocadas e ir a buscar las robadas. Ya ni siquiera tenían que venir a mi domicilio. Mudé el taller del barrio y me hice la costumbre de cambiar cada seis meses de galpón.

Me gané el respeto del mundo del hampa una vez que los de la bandita de Las Heras se intentaron hacer los pillos. Me llamaron diciéndome que tenían tres motos listas, me citaron en el piedemonte, dentro de una villa. Cuando llegué vi varias caras desconocidas. Me di cuenta que me estaban tendiendo una trampa. No había motos y yo llevaba toda la guita encima. Lo que no sabían ellos era que yo ya estaba bastante bicho. Dentro del camioncito venían varios de los míos, enfierrados hasta las manos. Cuando chiflé se bajaron y se armó un cagadón de la san puta. Ellos me mataron a uno, yo les maté a siete. En el diario sólo apareció el mío en los policiales, nadie supo cómo se había muerto. Los siete de ellos jamás aparecieron… pero ahora todos sabían que me los había cargado yo, que no se jodía con “el cirujano” Maggiora. Ahí quedaron los putos, enterrados en la montaña, hasta el pecho de cal.

Apretaron a uno de los caranchos y soltó el buche, no lo mandé a limpiar por los hijos. Pero la cana quería su parte y acá no había “cambio de favores”. No tiene sentido enfrentarte a la policía porque tenes todas las de perder, así que lo mejor es endulzar a los cobanis. Enterados los bigotudos, de toque cayeron las “tortugas”. Los gendarmes son menos mafiosos, pero igual de necesarios. Y si ya se mete gendarmería estás hasta las manos. Para cerrar el circuito del dinero sucio y poder blanquearlo en paz, tuve que untar a los menos violentos, pero más caros de todos… el poder judicial. Así que se iba plata “azul” por un lado, “verde” por otro y “roja” por el otro, permitiéndome pasar del “negro” al “blanco”. No estoy hablando de billetes internacionales ni de colores. La condición de la policía era que no hayan muertos, la de gendarmería que no abra sucursales en otras provincias y la de los jueces que mantuviera todo lo más ordenado posible y sin ningún tipo de contacto físico con ellos.

Ya ni siquiera iba a los accidentes o a buscar las motos, simplemente manejaba los hilos, como el padrino. Recién ahí entendí el logo de la famosa película. No cometí el grueso error de tener oficinas fastuosas o incurrir en grandes gastos. No me compré autos importados ni me hice una mansión en un barrio privado popular. Me movía austero, callado, sigiloso, sin lugar físico permanente. Cambiaba de taller como de celular e iba adquiriendo distintos documentos con los que realizaba las transacciones. Las ventas salían solas por los canales conocidos. El negocio crecía a pasos agigantados. Directamente tenía un amplio stock de motos robadas por un lado y papeles oficiales por el otro, siempre el mismo tipo de motos… en lo posible chinas, de baja cilindrada y de venta popular. Motomel, Gilera, Zanella, Mondial o Guerrero eran mi fuerte. Con las Honda o las Yamaha chicas ganaba muy buena guita, pero prefería apuntar a las otras. Jamás compraba o robaba motos grandes o de marcas japonesas, italianas, alemanas, inglesas o yankees. La única era la mía, una hermosa Honda CBF 900 del 79 comprada en Córdoba y restaurada a cero por mí.

Mi vida en pocos años dio un vuelco drástico. De ser un pobre tipo, ladrón de poca monta sin laburo, me convertí en un hombre poderoso, silencioso, siempre de guantes para no dejar huellas, un “cirujano”, de ahí mi apodo. Me movía como una serpiente, y no daba un paso sin ordenar las coartadas y tener una vía de escape. La fortuna amasada me la ordenaba el judío Scoptein. Un contador frío y calculador, una máquina de hacer números que, a cambio de unos gruesos honorarios, me mantenía todos mis números ordenados y desviaba mi dinero a diferentes puntos del globo e inversiones, haciéndome ganar fortunas y comisionando por ello. Era el único tipo en el que, sin quererlo, debía depositar toda mi confianza. También era el que más claro tenía el muchísimo daño que le podía hacer si me llegaba a caminar, cuestión que me encargaba de hacerse saber cada vez que me reunía con él y al retirarme de la oficina le decía irónico “judío… me caminas a mí y vos con toda tu familia terminan metidos en el tubo de GNC de un Taunus”. Ambos reíamos, pero él sabía que yo le hablaba en serio. Porque yo le hablaba en serio.

Con el tiempo, Godoy Cruz creció… también crecieron las bandas. Mi filosofía nunca fue la del típico “mafioso” o “pesado”, así como nunca busqué hacer bases estrafalarias o gastos absurdos, tampoco elegí rodearme de delincuentes fieles. De esta manera me podía mover con mayor libertad, sin depender de que aprieten a uno de mis “muchachos”, por así decirlo. Lo malo es que era evidente que no había un vínculo demasiado estrecho con estas ratas, así que tarde o temprano me sospechaba que esto pasaría… se me retobó la banda de Godoy Cruz. Creyeron que podían “pasarme” en el negocio y comenzaron a hacerlo ellos. En mi implacable manejo del asunto, les caí una noche al barrio… pero esta vez no salí tan airoso como en Las Heras. Las bajas fueron parejas, nos matamos tres y tres y la noticia fue un escándalo provincial. “Guerra entre bandas”, “ajustes de cuentas”, “narcotráfico”, se decía de todo en los diarios. Pero la peor noticia era la que se estaba corriendo en nuestro mundillo oscuro… Godoy Cruz se le reveló al “cirujano” y éste no logró ajusticiarlos. Pronto se sucedería lo mismo con las bandas Las Heras y finalmente con Ciudad y Guaymallén.

La historia la sabía cantada. Esto es mafia, elemental y salvaje, y las formas en que se maneja la mafia son siempre las mismas. Cuando el león se hace viejo y los cachorros crecen, estos quieren dominar la manada. Tenía que entrar en una guerra, intensa, picante, a fuego. Esto implicaba ejecutar niveles de violencia atroces, aumentar los cánones a la policía, gendarmería y sobre todo los jueces y yo, en el fondo, era un ladrón de guante blanco, no un asesino. No estaba en mis planes mancharme las manos. Yo siempre fui un distinto, y esta vez tenía que pensar como un distinto.

Mientras las bandas se preparaban para una ofensiva evidente, yo me dediqué un buen tiempo a recolectar datos reales de todo mi entorno. Papeles reales, audios reales, videos reales, charlas telefónicas reales, nombres, apellidos, montos transferidos… todo en una hermosa carpeta de más de 100 fojas y un disco duro completo de archivos. Entonces activé mi jugada maestra…

A tiempo me salí del negocio, pero no me iba a ir con las manos vacías, no iba a dejar que las hienas se comieran mi caza sin dejarme lo que me correspondía. Estaba sobrado de guita e inversiones, pero esto ya era una cuestión de orgullo, un tema personal. Le había agarrado el gusto a esto y era bueno… era muy bueno haciendo lo que hacía. Jamás encontraron una moto, una falla, un número mal colocado. Nunca me rebotaron un trámite. Sólo tuve que matar a pocas personas, nunca volví a caer en cana, nunca me allanaron, ni llamaron, ni siguieron… tenía más que merecido el apodo de “cirujano”. Porque realmente actuaba con una cautela y un temple digno de tal profesional.

Me encargué de hacerles saber a todos que los tenía de los huevos. Policías, gendarmes, jueces y, por supuesto, las bandas de Guaymallén, Godoy Cruz, Las Heras y Ciudad. Ninguno de esos mierdas iba a saltar por mí, sólo disfrutaban de mis coimas y encima ahora me querían comer el negocio, así que decidí que era el momento de que me devuelvan tantos años de regalías y me cagué en todos. Les envié a cada uno una copia de los “datitos” que tenía de ellos, más un pendrive con varios audios y videos. Con tamaña prueba era imposible que salieran ilesos. Desde pez más gordo hasta la mojarrita más inútil… todos implicados, todos sucios. Les impuse un monto a depositar por mes, organicé una dinámica con el judío Scoptein, cambiando cuentas, destinos, bancos, paraísos fiscales, pero siempre teniendo claro dónde debían depositar. Me fui del país.

Les tiré un cebo a la carroña y ahora que se mataran entre ellos, inmundos animales, al tiempo que yo cobraba mes a mes una cuantiosa suma de dinero que, encima, podía ser plausible de modificaciones y aumentos según se me cantara el orto.

Hoy vivo lejos, tranquilo y de arriba. Ya no necesito robarle a nadie, con inteligencia salí por la tangente del típico estafador de manual. A nadie le da el cuero para salir realmente a buscarme por el mundo y tengo todo organizado para cobrar durante varios años más. Scoptein es millonario y también lo tengo de los huevos, así que cuida mis negocios como si fuesen de él. El judío es el único que se salvó. Si mi descendencia, que ya se está gestando, sabe hacer bien las cosas, calculo que ni mis bisnietos van a tener que trabajar. Porque soy un cirujano… y me manejo con templanza y decisión.


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Leer en El Mendolotudo: La increíble historia de “el cirujano” de Guaymallén

Ella y él (reversión del tema de Arjona, pero entre un machirulo y una feminazi)

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Recomendamos leer la canción cantando…

ELLA Y ÉL

 
Ella es de del Unimev, él es de Palmares
Ella baila en el sodeado, a él le gusta Estelares.
Ella anda por la vida teñida de rosa
Mientras él se gradua en la de Mendoza.
 
Ella es feminazi, él es machirulo
Ella tiene el pelo largo, él es un cheto de rulos
Él sale en insta apodado como “Tincho”
Y ella en face como “bruja gualicho”
 
Él ha comido en Samoa
Ella un lomito en Barloa
El champagne de trampa en Petra
Ella un tinto en tetra
Ella se fue a una marcha en el Mendotran
Y él a hacer unos trámites al mismo lugar.
 
Morocha hasta los pies, él rubio como el sol
él ha probado MD, ella Misotrol
Él se sacaba selfies sin sospechar
Que iba a encontrar el amor en aquel lugar.
 
Lo que las ideologías dividen a personEs
El amor con sus hilos los une en su nombre
 
Ella mueve su pañuelo al ritmo de un “se va a caer”
Y él va eliminando su posteo de Darthes
Él no sabe cómo hacer para no mirarle los senos
Y ella lo ve y le grita “ni una menos”
¿Que sabían Laje y Pichot del amor?
¿Qué sabe Macri y Cristina del amor?
 
Ella se acerca para que él firme una petición
Él es provida confeso, pero tiembla de la emoción
Ella le dice “firmá” el constesta que “si”
Por el aborto seguro, legal y gratis.
 
Él se guardó su machismo, ella lo tiño de verde
Él sabe que el fanatismo, ante el amor siempre pierde
La tomó de la mano y se la llevó.
El macho de la sorora se enamoró
 
Lo que las ideologías dividen a personEs
El amor con sus hilos los une en su nombre
 
Ahora viven en Maipú
Buscaron tierra neutral
El aborto se aprobó, él ya no sale a bailar
Caminan de la mano por el carril Maza
Como quién se burla de este país que atrasa.


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Mi visión sobre la paternidad

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Hace algunos años, cuando escuchaba a un adulto decir que no quería tener hijos me parecía incoherente e inmaduro. Hoy que soy el padre feliz de una niña y que estoy por ser nuevamente papá en un par de meses de un pibe, caigo en la cuenta de lo equivocado que estaba y de la madurez de esa persona.

Ser padre es una responsabilidad enorme. Un hijo es como la extensión de una parte de tu cuerpo que pasa a ser la más importante y con vida propia. Recién cuando sos padre entendes la enorme responsabilidad que tenemos como hijos, porque caes en la cuenta de que si a tu hijo le pasa algo, se apaga tu vida para siempre. Harías cualquier cosa por un hijo y, cuando digo cualquier cosa, me refiero a todo, lo que se te ocurra, a nada le dirías que “no” a cambio de su bienestar. Tu vida cambia de manera rotunda, cualquier acto irresponsable o temerario que estés haciendo, siempre antes pensas en tus hijos y bajas un cambio o directamente no lo haces. Pasa a ocupar un lugar en tu cabeza y corazón de manera permanente.

Te sumergís en un mar de dudas, consejos, comentarios, recomendaciones. No sabes si escuchar a los demás o hacer la tuya, si darle bola a tu vieja, a tu suegra, a tus amigos papás o a tus instintos. No hay un manual que te enseñe a criar bien a un hijo y cada uno es distinto al otro, así que tampoco es efectivo repetir fórmulas en la misma familia.

Te descubrís pensando en los consejos que le vas a dar de futuro, en los beneficios que le vas a dar de futuro, en la carrera que le vas a recomendar estudiar a futuro, en las parejas que tendrá a futuro, mientras van pasando los días y esa criatura se va formando por cuenta propia y tomando sus propias decisiones.

En cualquier momento, lugar y circunstancias, haciendo el movimiento más básico y elemental, el bebe se puede caer y lastimar profundamente. Hay muchos virus dando vuelas, tos, fiebre, mocos, diarrea, cólicos, pero nada de esto se compara al virus más letal y peligroso: el de creer que un bebé te modifica los hábitos. No digo que no te cambia la vida, no, tampoco digo que no tenes que reorganizar tus horarios de descanso, ocio y trabajo, sino que me refiero a la idea de creer que un bebe te imposibilita seguir con tu vida habitual. “Con bebes no podes viajar, no podes ir a cenar, no poder ir de mochilero, no pueden andar en moto, no más recitales, no más cine, no podes hacer deporte“. Mentira… todas mentiras. Podes hacer todo y más, lo que pasa es que hay que organizarse un poco mejor y ponerle un toque de logística y esfuerzo a la cuestión,  temas que los pajeros no quieren llevar acabo y prefieren la cómoda… prefieren que el virus los enferme. Aunque es cierto que las mamás se llevan la parte más difícil y que si la pareja no ayuda la cosa se vuelve algo engorrosa.

Los hijos son maravillosos. Para los que deseamos tenerlos es lo mejor que nos puede pasar en la vida. Verlos crecer, verlos reír, verlos siendo atacados por nuestros dedos mediante cosquillas y caricias, sentir sus vocecitas graciosas intentado decir algo. Son cuestiones básicas, elementales, naturales, que te generan la mayor felicidad y plenitud del mundo. Caes de toque en darte cuenta que aquellos que no quieren tener hijos no son para nada inmaduros, pero sentís algo de nostalgia por ellos, porque sin dudas se van a perder una enorme sensación natural, como estar enamorado, por ejemplo.

No podes creer cómo algo tan chiquitito, frágil e inocente ya piense por cuenta propia, tenga sus elecciones, sus gustos, sus “si”, sus “no” y sus eternos “¿porqué?”. Es impresionante cómo, queriendo o no, vas moldeando en parte su vida, sus costumbres y reacciones. A veces ves reflejos exactos de uno de los papás, respuestas inequívocas, calcadas, típicas.

Sin dudas tienen sentidos diferentes a los nuestros, son mágicos, tienen poderes que nosotros hemos perdido con el tiempo. Es asombrosa la capacidad que tienen de absorber lo que sucede en el ambiente. A veces no saben cómo reaccionar y utilizan el llanto o la risa para transmitir lo que están sintiendo. Es increíble cómo logran imaginarse mundos enteros tan solo con las manos, las palabras, los sonidos y las muecas. Una media puede ser el títere que los entretenga todo un año. Son inocentes y pícaros a la vez, genuinos, auténticos y libres.

Sin darnos cuenta, son ellos que los que nos dan las enseñanzas más grandes de la vida. Otra de las cuestiones que, a mi criterio, quienes no quieren tenerlos también se pierden, desperdician a grandes maestros. Mirándolos crecer nos replanteamos cuestiones elementales, caemos en la cuenta que quizás no estemos más civilizados que los cavernícolas, que la vida no está tan bien ordenada y que los años pasan volando. Es impagable verlos disfrutar de los días, las horas, el tiempo sin pensar en la política, en la religión, en la economía, en el dólar, en los bienes materiales, simplemente obstinados en jugar, jugar y jugar. Es lo único que quieren y necesitan… divertirse y jugar. Es envidiable con la paz que duermen, sin ningún tipo de stress o preocupación, descansan a pierna suelta con el único fin de dormir. Un papá podría pasar horas viendo a sus bebes con los ojitos cerrados descansando.

Dejarlos ser creo que es la mejor manera de educarlos y hacerlos felices. Es la forma que elegí para criar a los míos, dejarlos ser sin pretender que hagan más cosas que las normales, intentando sumarme a sus gustos y no imponerles los míos, buscando con ahínco no proyectar mis frustraciones en ellos. No sé si es la mejor manera de educarlos, pero es la que más me convence.

Tener o no tener hijos es una decisión muy personal, totalmente válida en sus dos opciones, racionales y maduras. Yo, que los tengo, estoy convencido que elegí la que más me gusta.


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